Trump visita el muro en Arizona para mantener alta la moral de sus bases
El presidente recibe críticas por ir a otro estado en el que crece el coronavirus
El relanzamiento del relanzamiento. Así han calificado el viaje que el presidente Donald Trump realizó este martes a Arizona, en plena resaca por el fiasco del sábado en Tulsa (Oklahoma), en el primer mitin tras más de tres meses de encierro por la Covid-19.
El desplazamiento, que culminó en Phoenix, previa parada para festejar el muro que separa de México, se ve como un esfuerzo para reagrupar fuerzas y recuperar la moral después de una semana desastrosa, rematada con una asistencia muy inferior a la prevista en el acto de Oklahoma.
Para este ejercicio de recuperación de la autoestima, en un momento en el que las encuestas le sitúan unos cuantos puntos por detrás del demócrata Joe Biden, Trump jugó una carta segura con sus bases: la represión de la inmigración. Todo sincronizado.
El lunes anunció la orden ejecutiva que renueva la paralización de visados para trabajadores a lo largo de este año 2020. Y este martes hizo parada en el término de San Luis (Arizona) para visitar el muro en la frontera con México. La supervisión de las obras es más que simbólica. Esta barrera es la seña de identidad de su campaña electoral y constituye la espina dorsal del mensaje de su “América primero”. Trump festejó la construcción de 200 millas (322 kilómetros) desde que entró en la Casa Blanca.
“Es una celebración”, afirmó Trump. “Hemos construido más de 200 millas, 212. Ha sido increíble”, subrayó. “Nuestros números en la frontera son un récord porque son bajos, no vienen a cruzar. El muro crece”. La agenda de ayer incluía una reunión con unos 3.000 jóvenes en Phoenix, en la iglesia Dream City.
“Todo los que asistan, particularmente las autoridades, deberán llevar la mascarilla, incluido el presidente, afirmó la alcaldesa Kate
Gallego. Caso omiso. Arizona, al igual que Oklahoma, forman parte de la treintena de estados donde ha repuntado con fuerza el contagio del virus. Las imágenes mostraban que la inmensa mayoría de los presentes iban al descubierto, como su líder.
Biden arremetió contra el presidente. “En lugar de trabajar todo lo necesario para resolver el asunto de la salud pública y de la crisis económica que afrontan los estadounidenses, Trump sigue enfocado en el caro e inefectivo derroche del muro”, dijo.
Pero esto no le amargó la fiesta a Trump. El énfasis del viaje estuvo en el muro y en su efectividad, motivo por el cual se reunió con autoridades de Arizona.
“Me preguntan esto una y otra vez”, replicó airado Mark Morgan, comisionado de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), ante la crítica de que gran parte de ese muro consiste en una reforma del que ya existía. “Estos son los hechos: 220 millas son nuevas en este sistema. Y digo sistema porque es más que un montón de acero sobre el suelo. Ofrece una capacidad que no existía, con la integración de tecnología, iluminación y accesos”, añadió.
El muro –“realmente infalible”, dijo el presidente a pie de obra– es la parte visible, la que se supone que ha de servir para atajar la inmigración ilegal. Pero no es el único frente. La Administración Trump lleva tiempo urdiendo cómo frenar la llegada de trabajadores legales. Muchos ven que el coronavirus no es más que una excusa para poner en práctica la restricción legal, esfuerzo que ha sido incluso más efectivo y de más calado.
La paralización de visados cerrará las puertas durante este año a unos 525.000 trabajadores extranjeros, una decisión que rechazaron la gran mayoría de la compañías de EE.UU. “No dar la bienvenida a ingenieros, expertos tecnológicos, médicos, enfermeras y otros se volverá contra nosotros”, criticó Thomas Donohue, jefe ejecutivo de la Cámara de Comercio de Estados Unidos.
“Estas restricciones –insistió– impulsarán la actividad económica en el exterior, ralentizarán nuestro crecimiento y reducirán la creación de empleo”.
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