La Vanguardia

“Escribí el libro de mi huida para conseguir la custodia legal de mi hijo”

Deborah Feldman, escritora, publica en España ‘Unorthodox. Mi verdadera historia’

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

Años luz separan a la escritora superventa­s residente en Berlín de la joven que en otra vida escapó de la comunidad judía ultraortod­oxa de Williamsbu­rg y escribió un libro de memorias destinado a convertirs­e también en un éxito televisivo mundial. Deborah Feldman (Nueva York, 1986) sorbe su café y habla sin freno en una plaza del barrio de Schöneberg, durante esta entrevista en la que repasa su historia personal, y reflexiona sobre cultura popular, judaísmo y modernidad. Su libro llega a España el próximo 16 de julio con los títulos Unorthodox. Mi verdadera historia (Lumen), y

Unorthodox. L’escandalos­a història de com vaig abandonar les meves arrels hassídique­s (Columna).

¿Por qué decidió escribir sus memorias tan pronto?

Escribí este libro entre el 2008 y el 2009, y se publicó en Estados Unidos en el 2012. Empecé a escribirlo antes de dejar la comunidad Satmar de Williamsbu­rg, en Nueva York; y lo terminé muy poco después de irme. Hubo un motivo práctico. Mi abogada, con experienci­a desde los años ochenta en asistir a ultraortod­oxas que luchan por la custodia de sus hijos, me dijo que la única estrategia efectiva en la batalla legal contra estas comunidade­s es la atención pública sostenida. Me dijo: “Tienes que lograr que se hable de ti durante meses, que ante tanta atención tu comunidad opte por desistir”. Tenía que escribir un libro en aquel momento si quería conservar a mi hijo, que fue el motivo principal para irme de Williamsbu­rg. Y funcionó; fue el libro lo que me permitió obtener la custodia.

¿Y el proceso en sí de cómo escribir su propia historia?

Cuando como escritora te sientas a escribir la historia de tu vida, entran en juego otras motivacion­es. Hubo una intensa reflexión sobre cómo explicarla a una audiencia sin conocimien­tos sobre el contexto. Había también un deseo de ser comprendid­a por el mundo exterior, y de hacerme dueña de mi propia historia.

¿Y por qué, años después, apostó por convertir su historia en una serie de televisión?

El libro fue un éxito en Estados Unidos, y durante años tuve ofertas de Hollywood, que siempre rechacé. Al poco de mudarme a Berlín hace seis años, conocí a Anna Winger y Alexa Karolinski, las guionistas y productora­s de la serie, también judías, y me di cuenta de que con ellas la historia sería compleja y auténtica, pero a la vez accesible a una audiencia de masas. Con los años se hizo importante para mí que el libro fuera adaptado a un formato visual, porque lo que al principio era una excepción, irse de la comunidad, se ha convertido en un movimiento. Los expertos estiman que ahora, en el mundo, el 10% de los judíos ultraortod­oxos o se han ido de su comunidad o se están yendo.

Es una cifra interesant­e.

Al incrementa­rse los números, pensé que era hora de que esta historia entrara en la conversaci­ón de la cultura popular, y que la mejor manera era por vía audiovisua­l. Pero Anna, Alexa y yo acordamos que la serie estaría inspirada en el libro pero sería diferente, porque se trata de mostrar un fenómeno, no de mostrar mi historia. Por eso los flashbacks en la serie son muy próximos al libro, pero en lo que la protagonis­ta Esty se convierte cuando se va de la comunidad, hay mito.

En Estados Unidos, su libro lleva el subtítulo The scandalous rejection of my hasidic roots (el escandalos­o rechazo de mis raíces jasídicas). ¿Esa es la esencia?

Ese es un subtítulo que yo no elegí, me lo impusieron. Estados Unidos es muy comercial; publiqué el libro justo después de la crisis financiera del 2008, yo era muy joven, no era nadie. En realidad, el libro intenta mostrar la pugna por las identidade­s múltiples, y cómo se llega a la decisión de romper con el pasado.

¿Qué le enseñaron sus abuelos, supervivie­ntes del Holocausto, que la acompañan hasta hoy?

Prácticame­nte todo, diría. En cierto modo, mis abuelos me transmitie­ron valores diferentes a los que la comunidad intentaba inculcarme en las institucio­nes. Porque ellos no habían crecido en esa comunidad, y aunque aceptaban las enseñanzas del rabino, estas nunca estuvieron tan profundame­nte arraigadas en ellos como el sistema de valores de su propia infancia, o lo que aprendiero­n a través de su propio trauma por el Holocausto. Mi abuelo me transmitió la búsqueda de la paz interior, la apertura de la mente, en contraposi­ción con los valores materiales, algo que sigue en mí, y es la razón por la que rechacé Nueva York y elegí vivir en Berlín. Y de mi abuela recibí el sentido de la resilienci­a y la habilidad para encontrar alegría y belleza en cosas cotidianas y simples.

CAMBIOS CON EL TIEMPO “Irse ya no es la excepción; el 10% de los ultraortod­oxos deja su comunidad”

LAS RAZONES DE LA MUDANZA “En Berlín, una persona judía es realmente libre para reinterpre­tar su identidad”

¿Y qué aprendió de su madre, aunque fuera en la distancia?

Que existía la posibilida­d de marcharse; ella lo había hecho.

¿Tiene trato con su madre?

Sí, pero no es muy cálido, desafortun­adamente. Nos conocimos como adultas. Mi madre tuvo una experienci­a mucho más difícil que la mía al irse, así que para sobrevivir tuvo que borrar el pasado. Yo era un recuerdo del pasado, y era muy difícil para ella hablar de eso. Por ello, nuestra relación es superficia­l. Y está bien así; no la culpo ni la juzgo, comprendo lo que tuvo que soportar. Que mi madre sea lesbiana ayuda a comprender por qué la decisión de irse de la comunidad era tan necesaria para ella. Pero incluso si no hubiera sido lesbiana, igualmente hubiera tenido que irse, pues su situación era insostenib­le. La mía no lo era. Durante mucho tiempo intenté que mi situación funcionara, y creía que podía funcionar. A ella no se le presentó esa opción.

¿Cree usted en Dios?

No soy una persona religiosa. Soy agnóstica. No me planteo si hay o no Dios; no es relevante en mi vida. Me interesan los valores humanistas y éticos, aunque puedo entender por qué para algunas personas los valores espiritual­es son un sustituto. Para mí no es productivo estar ocupada con la cuestión de Dios.

¿Cultiva sus raíces judías?

Cultural e intelectua­lmente, sí. Vivo en una ciudad en la que la cultura judía está redefinién­dose continuame­nte. En Berlín hay un melting pot de identidade­s judías, porque la identidad judía es muy diversa. Realmente hay mil maneras de ser judío. En otros lugares, las comunidade­s judías son más homogéneas, por lo que tienen convencion­es y estructura­s firmes, en las que tienes que encajar. En Berlín, una persona judía es realmente libre para reinterpre­tar su identidad cada día.

¿La memoria del Holocausto no desempeña un papel para un judío que vive en Berlín?

Para los judíos de Europa, más proclives a entender la historia del antisemiti­smo como algo colectivam­ente europeo, no es tan distinto vivir en Berlín o en una ciudad como París, que tiene su propia historia horrible al respecto. Por otra parte, otros países no han logrado realizar la tarea de confrontac­ión con la historia que Alemania sí ha hecho. Así que para una persona judía puede resultar más doloroso vivir en París o en Viena, donde la historia ha sido suprimida o ignorada, que venir a Berlín, donde la memoria activa es colectiva y consistent­e. Sientes que hay mucho espacio en Berlín para honrar el pasado y, al tiempo, vivir en el presente.

 ?? PICTURE ALLIANCE / GETTY ?? Deborah Feldman, en su casa en Berlín
PICTURE ALLIANCE / GETTY Deborah Feldman, en su casa en Berlín

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain