La Vanguardia

All lives matter

- Sergio Heredia

Recuerdo el día en que me vetaron la entrada a un local en el corazón de Barcelona: –Tú no. –¿Y eso?

–Porque tú no...

(...)

Recuerdo el día en que me senté en la parada del autobús, en paseo de Gràcia, libro en mano, rodeado de usuarios, y pasó una patrulla policial y se detuvo ante la parada y vino directa hacia mí: –Tú, papeles.

Recuerdo que tuve que levantarme y sacar el DNI. Y me llevaron aparte y comprobaro­n mi documentac­ión por radio y luego me devolviero­n el DNI y me dijeron, antes de irse:

–Todo correcto.

Recuerdo la mirada del resto de los usuarios, que se desplazaro­n unos metros más allá, dejándome a solas con mi ira y mi frustració­n.

(...)

Recuerdo el día en que viajaba a Estados Unidos, con escala en Frankfurt, y al parar en aquel aeropuerto me salió al paso un agente de paisano, a mí y a ningún otro pasajero, y me pidió el pasaporte y me preguntó que adónde iba y me lanzó una mirada desconfiad­a y me dio el OK cuando comprobó que todo estaba en orden.

Recuerdo que eso mismo me pasó también en Londres. Recuerdo que cachearon a mi hija en el aeropuerto Charles de Gaulle de París. Julia tenía un año y medio.

(...)

Recuerdo mis días en la Universida­d de Columbia, en Nueva York, cuando tenía un rato libre y me iba a jugar al baloncesto. Y me sentaba al pie de pista, mientras los otros jugaban, jugadores negros. Y cuando al fin me dejaban entrar, jamás me la pasaban. Y cuando al fin me la pasaban, si yo lanzaba y fallaba,

Cada vez que paseo por mi ciudad y me cruzo con alguien de mi color, ambos nos contemplam­os, cómplices

mis propios compañeros negros, más negros que yo, me decían: –No vuelvas a intentarlo.

Y yo no lo intentaba más y al final me rendía y no volvía a jugar allí.

(...)

Recuerdo mis viajes a Marruecos, cuando entraba en el país y todos me hablaban en árabe. Eso mismo me ocurría en Brasil, o en Tailandia.

(...)

Recuerdo que suelen preguntarm­e de dónde soy, y me encanta responder a la gallega:

–¿De dónde dirías?

El crisol de posibilida­des es infinito. (...)

Pero en el fondo, cada vez que paseo por mi ciudad y me cruzo con alguien de mi color, alguien cuya vida desconozco, ambos nos miramos, cómplices, como diciéndono­s:

–Ya sabemos de qué va esto.

(...)

Todo eso tengo que explicárse­lo a mi hija: cada dos por tres me pregunta por qué mataron a George Floyd, que era marroncito como ella.

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POR LA ESCUADRA

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