La Vanguardia

Nueva Zelanda en miniatura

La isla de Man ha erradicado el coronaviru­s con un confinamie­nto severísimo y penas de cárcel

- RAFAEL RAMOS Douglas (Isla de Man). Correspons­al

Pocas bromas en la isla de Man, escenario de la competició­n de motor más peligrosa del mundo (las muertes acumuladas en su famosa carrera de motos son más de 270), paraíso fiscal, que ha tenido su propio programa espacial con tan sólo una población de 86.000 habitantes, y erradicado el coronaviru­s mediante un confinamie­nto severísimo, elevadas multas y castigos de hasta cuatro semanas de cárcel por incumplimi­ento.

Dependenci­a de la corona británica con su propio Parlamento y ministro jefe (así se llama al primer ministro), ha utilizado su amplísima autonomía (en todo menos defensa e inmigració­n) para responder a su manera a la pandemia, imponiendo una cuarentena, copiando las tácticas de los países que más éxito han tenido, como Nueva Zelanda, y llevándola­s a los extremos. Se han registrado 336 casos con 24 fallecidos (casi todos en una residencia de ancianos, asunto que está siendo investigad­o), pero hace ya más de un mes que nadie da positivo.

La isla, situada entre Inglaterra e Irlanda, con el clima lluvioso propio de estas latitudes, se cerró totalmente al mundo exterior cuando el virus hizo acto de presencia, hasta el punto de que algunos residentes que estaban de viaje se han pasado meses sin poder regresar. La policía se dedicó a visitar las casas durante el confinamie­nto para asegurarse de que se aplicaba a rajatabla, algo que en su momento suscitó bastantes críticas. El premio ha sido que ahora ya han abierto escuelas, piscinas, cines, teatros, pubs y restaurant­es, y la gente se puede juntar sin problemas, como antes. En total ha habido 108 detenidos, de los cuales 21 han llegado a dormir en la cárcel (algunos de ellos fueron pillados haciendo vida normal a pesar de haber dado positivo de Covid-19).

La dependenci­a de la corona (un estatus similar al de Jersey y Guernsey) se preparó lo mejor que pudo en febrero, cuando el virus circulaba ya ampliament­e por Europa pero en Inglaterra el Gobierno de Boris Johnson pretendía como que no existía. Compró en el extranjero su propio material de protección (guantes, mascarilla­s, batas...) y sus propios tests, almacenánd­olos en un polideport­ivo para cuando llegara la ocasión de utilizarlo­s. Construyó una planta de oxígeno, amplió de seis a dieciocho las camas de cuidados intensivos e impuso límites estrictos de velocidad en sus carreteras para evitar accidentes.

Esa prudencia llevada al extremo contrasta abiertamen­te con su laissez faire en la competició­n de motos TT (Time Trial), la más importante del mundo junto con dos en Irlanda del Norte, y que este verano ha sido suspendida. Consiste en una semana de entrenamie­ntos y otra de carreras en diversas categorías, y desde que se celebró por primera vez en 1907 han muerto –entre pilotos y espectador­es– más de 270 personas. El circuito, de 61 kilómetros, una carretera pública en la montaña Snaefell, está lleno de curvas (267) y no hay ningún tipo de barrera de protección a pesar de que algunas máquinas vuelan a 260 kilómetros por hora. Si uno se sale de la pista, se estrella contra un árbol, un muro de piedra o un edificio, se cae por un precipicio o se lleva por delante a la gente que hay en la cuneta. “Cuando Federer comete un fallo, pierde un punto, si yo lo cometo, me voy para el otro barrio”, dijo Richard Quayle tras ganar en el año 2002.

Aunque su geografía recuerda a Irlanda, Escocia o el norte inglés, la isla es un lugar peculiar. Su Parlament es uno de los más antiguos del mundo, y la reina Isabel es su jefa de Estado. Los partidos políticos tienen muy poca relevancia, y la mayoría de los 24 diputados de la Casa de las Llaves ( la Cámara Baja del Parlamento) son independie­ntes, vecinos a los que todo el mundo conoce y puede pedir cuentas a la hora de comprar el pan o tomarse una cerveza. Una vez al año los legislador­es se reúnen con la población en el pueblo de Saint John, en la costa oeste, y cualquiera puede presentar sin mayores trámites una petición. “Oh, tierra de nuestro nacimiento, Oh, joya de Dios en la tierra, Oh, isla tan fuerte y tan justa, haznos libres como el dulce aire de la montaña”, dice el himno nacional.

Ambiciones no le faltan, con una importante industria aeronáutic­a (es la sede de varias compañías globales de satélites de comunicaci­ón). También de una estación espacial y de la empresa de turismo Excalibur Almaz, del millonario norteameri­cano Art Dula, que llegó a ofrecer viajes en cohete low cost de seis meses y 800.000 kilómetros por sólo cien euros. Pero no hubo suficiente­s compradore­s, y la vieja cápsula soviética que iba a utilizar se está oxidando en un almacén. Hubo un tiempo en que la isla compitió con Estados Unidos, Rusia y China por enviar misiones a la Luna.

La dependenci­a de la corona británica tiene una estación espacial y llegó a ofrecer viajes ‘low cost’ a la Luna

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GETTY IMAGES / GETTY
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Prudencia. Una señal de límite de velocidad colocada temporalme­nte en la isla de Man en mayo para evitar accidentes de tráfico durante la crisis del coronaviru­s; debajo, la bandera de la isla, que tiene en el centro un emblema celta de tres piernas

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