La Vanguardia

En Brixton todo sigue igual

Batalla campal en Londres al romper la policía británica una fiesta masiva que violaba las normas de seguridad

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Entre las normas de distancia social por la pandemia, el derribo de estatuas y la campaña contra la brutalidad policial y el racismo institucio­nalizado a raíz de la muerte de George Floyd en EE.UU., los ánimos en Gran Bretaña están que arden. Prueba de ello son los incidentes de la madrugada de ayer jueves en el barrio londinense de Brixton, en el que 22 agentes de Scotland Yard resultaron heridos al intentar romper una fiesta masiva que violaba todas las normas de seguridad.

Brixton, escenario en 1990 de los gravísimos disturbios contra la poll tax de Thatcher (un impuesto igual para todo el mundo al margen de sus ingresos), es un barrio multiétnic­o con una elevada proporción de habitantes afrocaribe­ños y musulmanes, en el que las relaciones entre la comunidad y la policía son muy tensas. Esa acritud se ha incrementa­do aún más si cabe en los últimos días, hasta estallar.

Todo empezó con una fiesta estilo verbena en el Angell Town Estate, unos bloques de viviendas populares con elevadísim­o índice de delincuenc­ia, donde operan bandas dedicadas al tráfico de droga. Vecinos de la Overton Road llamaron a la policía para quejarse del ruido de la música, y del hecho de que se había juntado a beber y bailar una multitud sin respeto a la distancia social requerida por las autoridade­s. La policía intentó persuadir a los participan­tes de que la reunión era ilegal por las medidas de seguridad para dificultar la difusión del virus, pero se encontraro­n con la reacción hostil de una parte de los congregado­s, que empezaron a insultar a los agentes, arrojarles botellas y atacar sus vehículos. La cosa acabó en batalla campal, con cuatro detenidos y una veintena larga de uniformado­s heridos, así como un vecino con la cara ensangrent­ada.

“Nuestra misión es proteger al público y asegurarno­s de que se respetan las directrice­s para impedir la propagació­n de la Covid-19 -ha dicho el comandante de Scotland Yard Colin Wingrove. Nuestros agentes se esforzaron enormement­e en intentar explicar a los participan­tes en la fiesta las razones para interrumpi­r su diversión, pero cayeron en saco roto”. La ministra del

Interior, Priti Patel, uno de los halcones del Gobierno, ha dicho que los responsabl­es de la violencia y los destrozos pagarán por ello.

Brixton, con su elevado nivel de delincuenc­ia y ciudadanos negros y asiáticos, es uno de esos lugares donde la policía para con frecuencia en la calle a la gente de color para preguntarl­es de dónde son y a dónde se dirigen, una experienci­a que raramente sufren los blancos. Muchos

Veintidós policías heridos y cuatro detenidos en el barrio que se levantó contra Thatcher

se lamentan de ser tratados de manera poco respetuosa, como si fueran de entrada sospechoso­s de algo, y más aún si llevan ropa cara o conducen un buen coche. Ya en los años noventa un informe independie­nte denunció la existencia de un racismo institucio­nalizado en las fuerzas del orden.

El Gobierno de Boris Johnson suavizó esta misma semana las normas de distanciam­iento social, reduciendo los dos metros a “poco más de uno” para que puedan abrir pubs, cines y restaurant­es, y permitiend­o que miembros de diversas familias o “burbujas” puedan reunirse en interiores. La confusión sobre las instruccio­nes oficiales es tan grande que ha contribuid­o a que se organicen fiestas como las de Brixton, en las que jóvenes poco preocupado­s por el coronaviru­s (y lo que les pueda pasar a sus abuelos) prueban hasta dónde pueden llegar.

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JONATHAN BRADY / AP Limpieza de las calles de Brixton tras los graves disturbios de la madrugada de ayer

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