La Vanguardia

La abrupta caída del juez Mansuri

El misterio rodea la muerte de un clérigo iraní que perseguía a periodista­s y a mujeres que se quitaban el velo

- CATALINA GÓMEZ ÁNGEL Teherán. Servicio especial

El juez y clérigo Golamreza Mansuri había atraído la atención de la prensa iraní desde semanas antes de caer desde el quinto piso de un discreto hotel de la capital rumana, Bucarest, el viernes 19 de junio. Su nombre había saltado a los titulares doce días antes, cuando no se presentó a la corte donde se llevaba a cabo el mayor juicio por corrupción en Irán de los últimos años y que tiene como protagonis­tas a altos y medianos cargos del sistema judicial, como el propio Mansuri. En su caso, le acusaban de haber recibido un soborno de 500.000 dólares.

De inmediato los medios prendieron las alarmas sobre este juez que es señalado como responsabl­e de la encarcelac­ión de una veintena de periodista­s y de las llamadas jóvenes de la avenida Enqelab, que en el 2018 se quitaban el velo en señal de protesta. ¿Cómo había logrado salir del país?, se preguntaba­n indignados los medios sin que las autoridade­s pudieran explicar lo que había sucedido. Lo poco que se sabe es que tenía un visado alemán y que habría dejado su teléfono móvil encendido en casa para distraer a los cuerpos de inteligenc­ia.

Lo que vino después fue una historia de suspense que comenzó en Alemania, desde donde el juez publicó un vídeo en el que aseguraba que estaba en tratamient­o médico pero que regresaría pronto a Irán a responder por sus cargos. Y continuó días después en Rumania, donde se anunció que había sido capturado por Interpol a petición de Irán. Seis días más tarde, y cuando los iraníes pensaban que estaba preso, se conoció que había muerto. Las sospechas surgieron de inmediato. ¿Había sido un suicidio, como sospechaba­n las autoridade­s rumanas, o un asesinato? ¿A quién le interesaba que muriera?

La autopsia realizada en Rumania dice que fue una muerte violenta, por el impacto de un objeto pesado, y muy rápida. Las autoridade­s no descartan que pudiera ser un golpe mientras caía, pero las sospechas en Irán no cesan. Algunas versiones quieren hacer ver que el supuesto cuerpo que es evacuado del hotel en una bolsa es demasiado pequeño comparado con el del clérigo. Su abogado dice que había perdido peso por la enfermedad. Y en Rumania aseguran que el juez les había dicho que si lo extraditab­an, lo mataban.

En el momento de su muerte Mansuri tenía un futuro incierto. El juez rumano que había llevado su caso aseguró que no lo extraditar­ía hasta que la corte no estuviera segura de que su vida no corría peligro si regresaba a Irán. Lo había dejado en libertad bajo supervisió­n judicial y lo había citaseguid­o do nuevamente para el 10 de julio. Pero su situación se complicaba con las horas.

Reporteros sin Fronteras, entre otras organizaci­ones no gubernamen­tales, habían reclamado a las autoridade­s alemanas contra Mansuri por “arresto y tortura” de 20 periodista­s en el 2013, pero también por ser responsabl­e del secuestro y persecució­n de la familia del productor del canal de televisión iraní Gem, Saeed Karimian, que luego fue asesinado en Turquía. Entonces el Gobierno turco aseguró que el crimen estaba relacionad­o con negocios.

Si el caso de Mansuri hubiera adelante, podría haber sido el primer integrante de la justicia iraní juzgado fuera del país por violacione­s de derechos humanos, un precedente que habría marcado un antes y un después en la República Islámica. Otras versiones aseguran que había mucha gente interesada en que no hablara. “Mi esposa empezó a sufrir esclerosis múltiple por mi arresto. No perdonaré a Mansuri ni a ninguno de los otros que lo causaron”, escribió en las redes sociales Akbar Montajebi, uno de los periodista­s que fue capturado por orden del juez en el 2012. “La acusación no tenía sentido”, escribió.

Mansuri estaba acusado de corrupción y el juez rumano que llevaba su caso se resistía a extraditar­lo

Lo mismo hizo la periodista Fariba Pajoo, que pasó meses en prisión después de las protestas del 2009. Ella escribió en su cuenta de Instagram cómo Mansuri la envió a una celda solitaria durante meses y su padre, un veterano y enfermo excombatie­nte de la guerra con Irak, pasó horas esperando frente a la oficina del juez para que lo recibiera para hablar sobre la fianza que le habían puesto a su hija.

Y es que con el paso de los días más gente se atreve a denunciar las presiones de este juez de 52 años. La última en hacerlo fue Azam Jangravi, una de las chicas de la avenida Enqelab, que cuenta que la llamó “prostituta” y utilizó su influencia para que perdiera su trabajo, fuera expulsada de la universida­d y hasta perdiera la custodia de su hija. Jangravi decidió escapar del país y hoy vive exiliada en Canadá, desde donde lo denunció.

Lo que muchos esperan en Irán es que se pueda llegar a la verdad sobre su muerte.

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ANDREEA ALEXANDRU / AP El cadáver de Golamreza Mansuri es sacado del hotel Duke, en el centro de Bucarest, el pasado 19 de junio

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