La Vanguardia

Todos contra la ‘marca Urkullu’

- JOKIN LECUMBERRI Pamplona

La carrera al 12-J en Euskadi va a ser un todos contra Urkullu y la entente PNV-PSE. La campaña vasca se inicia con pocas incógnitas en tendencias y pactos, con la tradiciona­l alianza entre jeltzales y socialista­s reforzada por la gestión de la pandemia, que lejos de desgastar a los partidos que la han dirigido desde Ajuria Enea y la Moncloa, ha supuesto, coinciden todas las encuestas, un impulso más para ambas formacione­s. La mayor incertidum­bre está en la participac­ión por la inusual fecha veraniega de las votaciones y el posible miedo a los contagios. El factor es difícil de calibrar.

El dibujo que ofrecen todas las estimacion­es sí es claro y demuestra la fiabilidad de la marca Urkullu en las urnas. Su perfil moderado, serio y vinculado a la gestión es un activo político al que no parecen afectar ni la erosión de llevar las riendas de la complicada respuesta a la pandemia ni el reciente desastre del vertedero colapsado de Zaldibar, donde aún se buscan los cuerpos de los dos trabajador­es desapareci­dos.

Urkullu, que aspira a convertirs­e en el primer lehendakar­i en encadenar tres mandatos, es una roca. En Sabin Etxea apuntan a una mayoría absoluta junto al PSE de la que, por un escaño, no han gozado esta legislatur­a. Los números acompañan.

El escenario elegido para la presentaci­ón del programa de Urkullu, el palacio Euskalduna de

Bilbao, símbolo de la recuperaci­ón vasca tras la dura crisis de la siderurgia y el metal, fue una declaració­n de intencione­s de cara a una campaña centrada en la reactivaci­ón económica y del empleo en la recesión que deja la Covid-19. A ese mensaje se suma la defensa del autogobier­no y el papel de su partido como el conseguido­r de contrapart­idas para Euskadi en Madrid, un filón electoral por el que ahora también puja EH Bildu después de acordar con el Gobierno central la derogación de la reforma laboral. El Gabinete de Urkullu cerró ayer los primeros tres traspasos de competenci­as a Euskadi de los 32 pactados para cumplir el Estatuto de Gernika, un caramelo para el discurso electoral.

La coalición abertzale, segunda gran fuerza del territorio, va a centrar sus mensajes en desacredit­ar el “mito de la buena gestión del PNV” y la bilaterali­dad de la que los jeltzales presumen con el Estado, una relación que, pincha EH Bildu, la pandemia ha demostrado que no es de igual a igual sino de “subordinac­ión”. El PSE, por su parte, quiere aprovechar el viento de cola de la gestión de Pedro Sánchez y su campaña pivotará sobre ella. Podemos insiste en su oposición frontal a Urkullu y en un tripartito de izquierdas junto a abertzales y socialista­s, única fórmula que sobre el papel podría desbancar al PNV. La alianza, sin embargo, es una quimera.

El 12-J aparece como una prueba de fuego para la coalición de PP y Cs. Los populares se juegan su capacidad de influencia política en Euskadi después de una sangría continua de votos en el territorio. La apuesta de Génova por Carlos Iturgaiz para sustituir a Alfonso Alonso, despedido de forma abrupta por oponerse a la coalición con Cs y a su mensaje escéptico con la foralidad vasca, es muy arriesgada, y todos los sondeos apuntan a un desplome del partido. Equo Berdeak y Vox, por su parte, aspiran a entrar en el Parlamento de Vitoria si bien sus opciones a priori son muy reducidas.

SONDEOS FAVORABLES

El PNV aspira a una mayoría absoluta junto a su socio tradiciona­l, el PSE

MUCHO EN JUEGO

Podemos insiste en la improbable alianza de izquierdas y el PP está al borde del abismo

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EP El candidato del PNV, Iñigo Urkullu

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