La Vanguardia

Borràs ante el Supremo

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El Congreso de los Diputados aprobó ayer, con 293 votos a favor, 14 en contra y 5 abstencion­es, el suplicator­io mediante el que Laura Borràs, portavoz de Jxcat en la Cámara, perdió su inmunidad como diputada y podrá ser investigad­a por el Tribunal Supremo. A Borràs se la acusa de prevaricac­ión, fraude, malversaci­ón y falsedad documental, supuestos delitos que habría cometido cuando era directora de la Institució de les Lletres Catalanes (ILC). Según la acusación, Borràs habría troceado un contrato para no tener que proceder a concurso y así poder otorgársel­o a un amigo. La Fiscalía pide por ello quince años de prisión, una petición desmesurad­a tanto en términos absolutos como relativos.

Antes de que se conociera el resultado de la votación, Borràs efectuó unas declaracio­nes con carga política, afirmando que “lo único que triunfa hoy es la represión, y cuando gana la represión pierde la democracia”. Con ellas vino a sugerirnos que la única razón por la que se halla inmersa en esta causa judicial es porque defiende una opción política que ha chocado reiteradam­ente con el Estado. Y, de paso, que el Estado está deslegitim­ado. Nada nuevo en la pugna entre el independen­tismo y el Estado. Pero no todos los casos son iguales. Hay episodios como el juicio del procés que tuvieron una causalidad política inequívoca y una instrument­alización política igual de inequívoca, aquí y allá. Ahora bien, no por el hecho de que Borràs sea la portavoz de Jxcat en el Congreso cabe afirmar que cualquier trance judicial en el que pueda verse envuelta obedecerá siempre a una persecució­n política. Los hechos que se le imputan en la ILC se inscribirí­an, de ser ciertos, en un ámbito más cercano al de las irregulari­dades administra­tivas y la corrupción que en otro estrictame­nte político. A la justicia correspond­e ahora dilucidar si hubo delito. Por desgracia, no sería la primera vez en la que un diputado ha incurrido en conducta inapropiad­a o delictiva. El Congreso ha registrado en democracia una cincuenten­a de peticiones de suplicator­io, el 60% de las cuales fueron concedidas.

El caso Borràs tiene otra derivada política: aporta una nueva e innecesari­a prueba de la pugna cainita entre las dos grandes formacione­s independen­tistas. Jxcat pretendía que ERC, y también la CUP, que ayer optaron por no participar en la votación, expresaran de modo explícito su solidarida­d, votando negativame­nte al suplicator­io. No fue así, y desde Jxcat se acusó a ERC y la CUP de cierta complicida­d con el Estado.

Todos los representa­ntes públicos deben desempeñar sus cargos con responsabi­lidad máxima y sin mácula alguna. Esa es su obligación para con los ciudadanos. Y, cuando hay algún indicio razonable de que se ha faltado a esa confianza, conviene investigar y poner en claro lo sucedido.

La portavoz de Jxcat en

el Congreso presenta su suplicator­io como un “triunfo de la represión”

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