La Vanguardia

No abandone al perro, sale caro

- Joaquín Luna

Mi estimado Calafell, pueblo de la costa, ha aprobado una partida de 627.123 euros para un centro de acogida –yo le llamaría hotel de cinco estrellas pero no me atrevo– con capacidad para 67 perros en otros tantos “alojamient­os individual­es”, lo cual induce a pensar si no sería mejor darles la pasta y que se compren un solomillo.

Sin ser dog friendly, me he hecho amigo a distancia –la azotea de enfrente– de un labrador muy expresivo que pasa los días y las noches ladrando, más solo que la una.

Los dos hechos me hacen temer que este año pulverizar­emos la plusmarca de abandono de perros, superando de largo los 138.000 casos en España del 2018, cuando las cosas marchaban con razonable optimismo y no se avecinaba miseria. ¡Ellos no lo harían! Tampoco pueden. Pero sus dueños sí, lo cual refuerza mi perplejida­d sobre la relación entre hombres y perros de ciudad, en la que los mismos que sueltan que es el mejor amigo del hombre son los que confinan a un labrador en una azotea repleta de aparatos de refrigerac­ión, lo abandonan en las viñas de Calafell o lo castran, expeditiva manera de resolver el debate imperativo sobre el lugar de perros y gatos en las urbes del siglo XXI.

¿Cómo se puede abandonar a un perro, sin descartar que lo hayas maleducado previament­e hasta el punto de que pierde el instinto y ya no sabe buscarse la vida?

La cifra de 138.000 tiene tela. Los

dog friendlies –no confundir con todo dueño de un perro– deberían hacérselo mirar porque hay mucho Judas entre sus filas y uno no descarta haber sufrido algún sermón de estos señores y señoras muy dados a soltar frases del estilo: “¡Son mejores que las personas!”.

Abandonar a un animal al que le tiras una pelota y te la devuelve al minuto en lugar de escaquears­e todo el día está muy feo y denota un cierto grado de infantilis­mo ambiental respecto a los llamados –y sacralizad­os– animales domésticos.

Yo creo que sería más justo abandonar al marido, la suegra o el columnista y asignarles un “alojamient­o individual”, a ser posible con vistas al mar, para que rehagan su vida, y conservar el perro, al que siempre le puedes contar tu jornada laboral sin que salga despavorid­o o se ponga ante el televisor y esté así como ausente. Pero uno ni es dog friendly ni busca novia y a lo máximo que llega es a contribuye­nte.

Me huele que este año pulverizar­emos

la plusmarca de abandono de perros

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