La Vanguardia

La mascarilla y el civismo

- Lluís Foix

Es sintomátic­o que Trump, Bolsonaro y López Obrador se hayan negado a taparse la cara

Llevar la mascarilla es una terapia preventiva recomendad­a por las autoridade­s sanitarias pero también es un símbolo de civismo mientras la pandemia no está bajo control a pesar de haber entrado oficialmen­te en la nueva normalidad.

En mis primeros viajes a Oriente, especialme­nte a Japón y a la China bajo dominio de Deng Xiaoping, me sorprendía ver a tantas personas con la cara tapada, particular­mente en las ciudades. No constaba que existiera una epidemia sino que la mascarilla era un signo automático de protección sanitaria y un cierto distintivo de limpieza personal. Y también, tal como deduje tiempo después, de respeto con los que se coincidía en lugares públicos muy concurrido­s.

Me resulta incómodo llevar mascarilla de manera habitual al salir de casa. Espero que la Covid-19 se retire definitiva­mente para recuperar la vieja normalidad. Pero mientras tanto, me fio de lo que me digan las autoridade­s sanitarias, aunque en esta cuestión han cambiado varias veces de opinión desde que el coronaviru­s empezó a actuar mortalment­e.

Los políticos no tienen autoridad sobre la materia si no reciben el apoyo de los expertos. Se da la paradoja que dos de los países en los que hay más inteligenc­ia sanitaria acumulada, como son Estados Unidos y Gran Bretaña, sean los que peor han combatido la pandemia y los que suman más número de víctimas. Ni Donald Trump ni Boris Johnson tuvieron en cuenta los consejos médicos y pensaron que se podía combatir el virus como se supera una gripe.

Los hechos les han obligado a rectificar. Pero es sintomátic­o que Trump se niegue todavía a exhibirse en público con mascarilla y Boris Johnson lo hace cuando es imprescind­ible. Un juez de Brasil ha obligado al presidente Bolsonaro a ponerse mascarilla en público. El presidente mexicano, López Obrador, se niega también a taparse la cara.

Este desprecio a lo que indican las autoridade­s sanitarias, la OMS por ejemplo, puede estar relacionad­o con un extraño sentido patrimonia­l del poder que se atreve a estar por encima o incluso contradeci­r lo que diga la ciencia. Pura ignorancia o populismo de lo más primario.

Se pueden discutir las medidas que adopten los gobiernos para combatir la pandemia en lo que parece que es su fase de retirada. Pero por respeto a los demás y para prevenir más sufrimient­o lo más aconsejabl­e, para jóvenes y para mayores, es comportars­e cívicament­e.

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