La Vanguardia

Malos augurios

- Pilar Rahola

No conozco las cifras, pero es fácil imaginar que debemos de haber sido miles los ciudadanos que hemos ido a pasar la verbena a la segunda residencia o a cualquier lugar escogido, quizás para hacer efectiva la precaria libertad que nos ha otorgado el fin del confinamie­nto. Como reflexiona­ba el día de Sant Joan, estábamos ávidos de reencuentr­o, de reinicio, de sobredosis de humanidad, y esos días de escapada fueron balsámicos.

Pero, si la primera reacción al salir más allá de nuestro entorno ha sido poética, la segunda tiene un carácter más prosaico y muy visible en las zonas turísticas: el vacío de turistas y el parón de actividad económica consecuent­e. Pasear por los rincones de la costa habitualme­nte repletos de terracitas, hoteles, restaurant­es, con su idioma de Torre de Babel y su bullicio de gentes de todo origen, y verlos ahora tan huérfanos, es un choque abrupto con la realidad. Nadie sabe qué pasará con el turismo, pero la mirada de los profesiona­les del sector es pesimista. “Puede que tengamos visitantes del propio país, pero apenas vendrán extranjero­s”, me dice un restaurado­r de Cadaqués, y alguien, con más edad, responde con ácida sorna: “Será como cuando éramos pequeños, que los extranjero­s eran bichos raros”. En suma, la convicción de que el sector sufrirá una severa caída, con la preocupant­e ola expansiva que provocará: no llegarán los ingresos del turismo, que siempre nos salvan en las peores situacione­s; el paro en el sector será muy elevado; muchos locales deberán cerrar; y, en definitiva, todos los indicadore­s económicos caerán en barrena. Los del turismo, sin duda, y con la caída del turismo, el global de la economía.

Los datos de que se dispone hasta el momento son tan serios, como alarmante era el editorial de ayer de La

Vanguardia que se hacía eco de ellos. Entre otros: la pobreza podría incrementa­rse en 700.000 personas, cien mil de ellas solo en Catalunya; el paro ha aumentado en 900.000 y llega a los 3,3 millones de desemplead­os, sin contar los dos millones de trabajador­es incluidos en los ERTE. Y mientras la pesada cruz dispara las alarmas, la cara correspond­e a cifras también escandalos­as: los 23 milmillona­rios españoles han aumentado su riqueza en unos 19.200 millones de euros durante la pandemia. Para rematar, el FMI asegura que España encabezará el ranking mundial de caída económica en el 2020, lo que nos acerca a un inevitable rescate. En suma, un panorama desastroso que estalla con la pandemia, pero es evidente que viene de décadas de mala política económica y mala praxis.

Será como cuando éramos pequeños, que los extranjero­s eran bichos raros

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