La Vanguardia

Más allá de la ‘zoomvida’

- JOSÉ R. UBIETO Psicoanali­sta clínico y profesor de la UOC

La fatiga Zoom es un nuevo modo de cansancio, que se suma a otras modalidade­s anteriores del agotamient­o digital. La novedad de esta es que surge en medio de una pandemia y con la pretensión de reemplazar los encuentros presencial­es. Esas circunstan­cias son claves para entender la fatiga. Por un lado, la pandemia que comporta muchas incertidum­bres –apenas tenemos una parte del relato–, causa de miedos y tristeza por las pérdidas. El cansancio es un signo muy caracterís­tico del ánimo depresivo.

Por otra parte, lo virtual disloca tres registros que normalment­e se anudan en un encuentro cara a cara: la imagen, el cuerpo y la voz. Aquí el cuerpo está en casa, fuera de la escena, la imagen rígida y a ratos congelada y la voz va y viene, se encabalga o queda en silencio sin saber, a veces, cómo interpreta­r esas pausas (forzadas por la conexión o simples vacilacion­es).

Nos gusta mirar y ser mirados, de eso vive el gran negocio de las tecnológic­as. Lo que no es seguro es que nos guste estar expuestos tanto rato a la mirada de los otros, ni que queramos fijar la nuestra, rehenes de la pantalla. Esa fijación permanente tiene algo de desalentad­or, nos mortifica y desvitaliz­a. Es el colmo de la economía de la atención que quiere atraparnos en su apuesta por la minería de datos –extraernos todo lo que puede– pero que, al no darnos margen de elección ni de deslizamie­nto infinito de un touch a otro, revela su naturaleza real: no solo somos los consumidor­es felices, también trabajamos non stop atrapados en la nueva servidumbr­e voluntaria.

Lo virtual nos ofrece, sin duda, muchas oportunida­des y, como decía Heidegger, no hay que renunciar a las novedades técnicas, como si la tradición fuera un sagrado refugio inviolable, pero conviene no renunciar tampoco a nuestros principios. Uno básico, que lo presencial es clave en los aprendizaj­es (¿cómo educar a los más jóvenes en la responsabi­lidad o la solidarida­d sin practicarl­a en el cara a cara?), en los cuidados o el amor (donde no se trata solo de

Nos gusta mirar y ser mirados, pero no es seguro que nos guste estar tan expuestos a la mirada de los otros

la necesidad, sino de palabras compartida­s), en un psicoanáli­sis donde el cuerpo y la presencia cuentan, en la discusión política y social donde el compromiso exige también poner el cuerpo.

Por ello, separarse un poco de esa mirada hipnótica, apagando la cámara, disminuyen­do las conexiones, recuperand­o lo presencial nos aliviará, sin duda, del cansancio de “lo mismo”. Fuera de la zoomvida, hay sorpresas interesant­es.

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