La Vanguardia

Epidemias con fronteras

Durante la peste de Marsella (1720), en algunas localidade­s españolas se reclutaron vecinos para que vigilaran los límites con Francia

- MARTÍ PAOLA

España reabrió hace unos días sus fronteras tras un largo periodo de tiempo en el que la libre circulació­n de personas entre países se vio alterada por las medidas implantada­s para frenar la propagació­n de la Covid-19. Decisiones controvert­idas no exentas de ciertas discusione­s entre los gobiernos, aunque no por eso únicas y excepciona­les a lo largo de la Historia. Existen otros precedente­s que sitúan el cierre de las fronteras como una de las principale­s mediadas para contener las epidemias. Así, en 1720, España restringió el paso por sus límites para que los franceses, potenciale­s portadores de la peste de Marsella que acabó con más de 100.000 personas, no cruzaran la línea divisora y pudieran contagiar a la población de este lado de la frontera.

Un documento localizado en el archivo histórico de Castelló d’empúries detalla cómo en el momento de la pandemia marsellesa los municipios del condado de Empúries se organizaba­n en las denominada­s “guardas preservati­vas del contagio” para custodiar la raya francesa. Las autoridade­s locales del señorío, en nombre de sus alcaldes, debían reclutar vecinos de sus localidade­s para efectuar turnos en los pasos fronterizo­s donde Nicolás Fernández de Córdoba y de la Cerda, duque de Medinaceli y conde de Empúries, tenía la jurisdicci­ón. Una tarea no demasiado bien recibida por los civiles que, en alguna ocasión, manifestab­an su desacuerdo con tal labor.

El texto histórico relata cómo un concejal tuvo que insistir a un morador de Palau de Santa Eulàlia para que acudiera de nuevo al punto de custodia acordado, después de no haberse presentado en su primera convocator­ia. Tras una amenaza de sanción de 25 libras, el documento detalla la agresión que el individuo propinó en su propia casa al edil. No sin antes advertirle que “a la guarda no iré por vos ni por el alcalde”. Seguidamen­te lo cogió del cuello “con grandísima furia y rabia con la intención de ahogarlo” y acabó por tirarlo al suelo, donde acabó propinándo­le patadas hasta hundirle algunas costillas, a pesar de las advertenci­as de los testigos que le recordaban al agresor que “al regidor se le ha de tener más respeto y no maltratarl­o de esta manera”. Esta vigilancia vecinal podría tratarse de una excepción, dado el buen trato que mantenía la nueva monarquía con la gobernació­n del casal emporitano, ya que “con la llegada al trono de Felipe V y el decreto de Nueva Planta, el nuevo régimen borbónico trató de implantar en cuestiones de Sanidad pública un modelo centraliza­do, con la creación de la llamada Junta Suprema de Sanidad, que estableció un cordón sanitario en la frontera con Francia”, explica José Luis Betrán, profesor de Historia Moderna en la Universida­d Autónoma de Barcelona. En grandes poblacione­s, como Barcelona, solía haber una serie de guardias sanitarios que se encargaban de estas tareas en las puertas de la ciudad y en su puerto. De ser estas insuficien­tes, se recurría a un reparto por gremios de un cierto número de oficiales que, por turno, auxiliaban en esta vigilancia. En el caso de Palau de Santa Eulàlia, segurament­e se hizo un sistema parecido de selección de algunos vecinos de la parroquia para estas funciones “y el incidente demuestra que no siempre algunos estaban dispuestos a exponerse a según qué riesgos”, añade Betrán.

El temor a ser contagiado debía influir mucho a la hora de aceptar estas tareas de vigilancia impuestas por las autoridade­s locales. Muestra de ello son las expresione­s que se plasman en este documento histórico donde se recogen los testimonio­s de los hechos de la

Un documento revela como un habitante de Palau de Santa Eulàlia se ensañó con el edil que pretendía reclutarlo

agresión por parte de la víctima y los testigos. En el texto, escrito en latín y catalán, se refieren al foco de peste originado en el sur de Francia como “ese mal contagioso del que Dios nos libre”.

En el pasado, las sociedades que sufrieron los estragos de graves enfermedad­es que mermaban la población de un país “aprendiero­n a reaccionar frente a esos miedos y a crear institucio­nes o mentalidad­es que permitiero­n dominar esos temores”, justifica el profesor. Por ello el Estado “estableció medidas para la vigilancia de los caminos terrestres y la llegada de personas o mercancías por mar que pudieran ser sospechosa­s de provenir de Marsella o su región adyacente”.

El último gran brote de peste en Francia, conocida como la peste de Marsella de 1720, provocó entre 90.000 y 120.000 víctimas mortales. Se cree que el origen de la infección fue la carga del barco Gran San Antonio que atracó en el puerto de Marsella el 25 de mayo de 1720.

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Escena de la peste de 1720 en la Tourette (Marsella) de Michel Apriete, en el museo Atger de Montpellie­r
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ARXIU HISTÒRIC DE CASTELLÓ D'EMPÚRIES

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