De hombres, niñas y rocas
Un blanco, blanco día
Dirección: Hlynur Palmason
Intérpretes: Ingvar Sigurdsson, Ída Mekkín Klynsdóttir, Hilmur Snaer Gudnason, Sara Dögg Asgeirsdóttir
Producción: Islandiadinamarca-suecia, 2019 109 minutos. Drama.
Será cosa de la nueva normalidad, porque en la vieja no se daban casos como el del estreno, un mismo viernes, de dos películas islandesas. Aquí tenemos hoy, pues, Oro blanco y Un blanco, blanco día, flamante ganadora del premio Talents en el D’A Film Festival. La cinematografía de Islandia parece exótica o remota, pero, de hecho, ya lleva unos cuantos años compareciendo periódicamente en nuestras salas: Rams, Sparrows, Heartstone, De caballos y hombres, Corazón gigante o el descubrimiento, el pasado noviembre, de una joya de 1990, Cuando fuimos brujas, protagonizada por Björk. Casi todas estas películas transcurren lejos de la capital, en escenarios naturales de gran belleza donde el hombre vive condicionado por la atmósfera y la climatología, que le infunden carácter y propician la soledad y una tranquila tristeza.
La niebla es precisamente el elemento que invade las primeras imágenes de Un blanco, blanco día y provoca un accidente mortal de coche. Es curioso el rápido montaje de planos que sigue a esa introducción dando cuenta del paso de los días y los meses, hasta relajarse en la historia que monopoliza la primera parte del filme: la relación entre un abuelo (marido de la fallecida por la niebla) y su nieta, una niña sensible y muy despierta. El tono de relativa placidez del relato se desvanece cuando el protagonista, exjefe de la policía local, sospecha que su mujer tenía un amante y se propone tomar venganza. La película se tensa, vira hacia la violencia, el personaje parece enloquecer… Hlynur Palmason, en su segundo largometraje, nos sorprende de tanto en tanto con escenas insólitas: el largo y sutil plano en que el abuelo le cuenta a la nieta un cuento de miedo estremecedor (impresionante la expresión de la pequeña actriz, hija del cineasta) o esa aparición de una roca, probablemente simbólica, en el camino, a la que sigue la caída de esa roca por el precipicio hasta llegar al fondo del mar. Un blanco, blanco día es una película notable, llena de hallazgos, tanto estéticos como psicológicos.