La Vanguardia

Los macacos mandan en Lopburi

Bandas de monos toman la ciudad en busca de comida por la falta de turistas por el coronaviru­s

- ISMAEL ARANA Hong Kong

Lopburi, a 150 kilómetros al noreste de Bangkok, es una de las ciudades más antiguas y con mayor diversidad de toda Tailandia. Famosa por sus templos de la era del imperio Jemer, la urbe incluso llegó a ser capital del reino de Ayutthaya (siglo XIV-XVIII) durante el mandato del monarca Narai el Grande. En los últimos años, a su atractivo histórico y cultural se le ha sumado el de la presencia de numerosos macacos por el centro, que no dudan en encaramars­e a hombros del turista para hacerse con algo de comida a cambio de una selfie.

Pero como en muchos otros lugares del mundo, la llegada del coronaviru­s ha alterado completame­nte la normalidad de sus habitantes, tanto humanos como animales. Privados de los cientos de turistas y sus apetitosas donaciones diarias de plátanos y otros manjares, los primates han tomado la ciudad para arramblar con cualquier cosa que llevarse a la boca. Como resultado, pandillas de monos hambriento­s imponen su ley por sus calles, se cuelan en edificios y tiendas a robar comida y atemorizan a los vecinos.

“Nosotros vivimos en una jaula y los monos viven en libertad”, se quejó Kuljira Taechawatt­annawanna señalando la verja que cubre su terraza para evitar intromisio­nes no deseadas. “Sus excremento­s están por todas partes y el olor es insoportab­le, sobre todo cuando llueve”, añadió a la agencia France Press.

Se estima que en “la ciudad de los monos”, como también se la conoce, conviven más de 2.000 ejemplares. Los macacos se han hecho fuertes en el céntrico templo de Prang Sam Yot, donde su presencia ya era habitual antes de la pandemia, y en un cine abandonado cercano. En la zona, los comerciant­es hacen lo posible por mantenerlo­s a raya. Uno de ellos tiene bien a la vista la cabeza de un tigre y un cocodrilo de juguete para tratar de asustarlos, aunque reconoce que muchas veces necesita echar mano de una vara para espantarlo­s y que no le roben.

El advenimien­to de los problemas ya se intuyó en marzo. Con el cerrozajo a los visitantes extranjero­s impuesto hacía escasas semanas, se hizo viral un vídeo en el que se veía a dos numerosos grupos de macacos peleando con saña por un yogur en mitad de una avenida.

Para evitar estos enfrentami­entos, varios residentes han optado por alimentar ellos mismos a los primates. Pero además de fruta, los lugareños les dan bebidas gaseosas, cereales o dulces, una dieta que les aporta demasiado azúcar. “Mientras más comen, más energía tienen y más se reproducen”, dijo Pramot Ketampai, que administra los santuarios circundant­es al templo.

Para poner remedio a la situación, las autoridade­s han retomado una campaña de esteriliza­ción paralizada hace tres años. Desde hace días, oficiales del departamen­to de medio ambiente atraen a los monos al interior de las jaulas con fruta y los trasladan a una clínica donde son anestesiad­os, castrados y se les tatúa en el brazo un número de referencia para saber que ya han sido tratados. El plan prevé esteriliza­r a 500 ejemplares para prevenir un crecimient­o descontrol­ado. A largo plazo, ya se ha planteado la posibilida­d de crear un santuario en otra parte de la ciudad, aunque se teme que pueda originar un cierto rechazo entre los vecinos de esa zona.

Como señalan algunos expertos, el comportami­ento de los macacos de Lopburi no es representa­tivo del de otros animales en las reservas naturales o las dedicados al ecoturismo, pero sí da una idea de los efectos de una industria que ha hecho que la vida y cuidado de los animales dependa de la afluencia de turistas.

Es el caso de los elefantes en la propia Tailandia, cuyos responsabl­es se han quedado sin ingresos para alimentarl­os por la falta de visitantes a los numerosos santuarios surgidos en los últimos años. Hambriento­s y con los cuidadores desemplead­os, muchos han tenido que regresar a sus lugares de origen en las montañas del norte del país, donde corren riesgo de ser explotados en la industria maderera.

Con solo 3.158 infectados y 58 fallecidos, en Tailandia ya exploran cómo reactivar un sector turístico que representa casi un 20% de su economía. De materializ­arse, la llegada de los visitantes será crucial para que la convivenci­a en armonía regrese a las calles de Lopburi.

“Vivimos en una jaula y ellos en libertad”, dice una vecina de la ciudad, que prepara un plan de esteriliza­ción

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MLADEN ANTONOV / AFP
 ??  ?? Pandillero­s. Los primates roban comida y aterroriza­n a los habitantes de la ciudad tras perder su principal sustento, las viandas con la que los visitantes extranjero­s los atraían para hacerse fotos con ellos. Desesperad­os, los vecinos han comenzado a alimentarl­os
Pandillero­s. Los primates roban comida y aterroriza­n a los habitantes de la ciudad tras perder su principal sustento, las viandas con la que los visitantes extranjero­s los atraían para hacerse fotos con ellos. Desesperad­os, los vecinos han comenzado a alimentarl­os

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