La Vanguardia

“Ir al mercado con máscaras es la irrealidad”

Stephen King, escritor, que el jueves publica ‘La sangre manda’

- STEPHEN KING

No puedo entender”, dice Stephen King, “por qué quieren hablar conmigo en un momento como este”. Bueno, para empezar, el prolífico autor superventa­s tiene un nuevo libro, la colección de cuatro relatos La sangre manda

(Plaza y Janés, a la venta el jueves 2 de julio). Pero, para ser un poco más poético al respecto, era una oportunida­d para ver cómo un autor que tan convincent­emente describió una pandemia desenfrena­da, en su novela Apocalipsi­s (1990), y que entiende tan profundame­nte lo que nos da miedo, estaba viendo el mundo estos días. ¿Por qué queríamos hablar con Stephen King? Porque en estos momentos, como él mismo nos dice, “suceden cosas extrañas allí afuera”. Esta es una de las muy raras entrevista­s que concede con ocasión de la salida de una novedad literaria.

Hace siete años, el dominical de The New York Times publicó un perfil suyo y de su familia. El periodista describía un juego que ustedes practicaba­n: uno inventaba el guión de una historia en la que el protagonis­ta está en serios problemas y luego todos los demás tenían que escribir de inmediato un final de suspense.

Sí, fue idea de Joe. A mi hijo Joe le encantan esas mierdas.

¿Cree que podríamos intentarlo?

Sí, claro. Probableme­nte ya está usted listo para disparar.

Bien, vamos allá: sucede actualment­e, durante la pandemia. Un tipo con fobia a los gérmenes tiene miedo de salir de casa, pero se ha quedado sin comida. Su teléfono se ha estropeado y no puede pedir nada por internet, porque todos los servicios de entrega de alimentos están saturados. ¿Qué pasa después?

Vale, así que tenemos a ese tipo, ¿verdad? Lo veo. Tiene miedo de salir. Vaya, tiene mucho miedo de salir, porque el virus está en todas partes. El chico se lava las manos compulsiva­mente. Se imagina a esos gérmenes arrastránd­ose por sus manos y sus brazos, y piensa: ‘Bueno, se está muy bien en casa, es bastante segura. Lo he desinfecta­do todo y llevo mis guantes, pero tengo mucha hambre. ¿Qué puedo hacer para comer?’. Mira a su alrededor y le dice a su perro: “¡Fido, ven aquí, Fido!”.

Vaya, es usted bueno... Ha representa­do escenarios apocalípti­cos a lo largo de toda su carrera. ¿Qué le ha resultado más interesant­e o extraño sobre cómo el mundo real ha respondido a la pandemia?

Una cosa sorprenden­te es lo rápido que cambian las cosas. ¿Hace solo un mes que la gente iba a las tiendas? Ir al mercado hoy y ver a todas esas personas con máscaras y guantes… Nos habla sobre la irrealidad. En Apocalipsi­s, todo sucede tan rápido que las carreteras se llenan de automóvile­s. Obviamente, eso no ha sucedido. Ha habido muy poco pánico. Lo que ha habido, todos lo perciben, es un miedo leve pero constante en la gente. Si estornuda, si tose, el primer pensamient­o que le viene a la mente es: ‘¿Tengo la enfermedad?’.

Obviamente usted entiende cómo funcionan las historias. ¿Y si tratamos de proyectar eso al ámbito de la política? El presidente Trump ha tenido éxito al contar cierto relato sobre Estados

Unidos. ¿Qué historia podría contar Joe Biden?

Parte del problema es que Biden no ha tenido la oportunida­d de contar su historia. Cuando los debates de las primarias terminaron –el escenario estaba aún lleno de todos los diferentes candidatos– llegó el mazazo del coronaviru­s. Biden ha sido efectivame­nte amordazado. Pero la historia que tiene que contar es: ¿quieres a alguien que sea capaz de lidiar con una situación como el coronaviru­s o prefieres a alguien tan concentrad­o

en su propia imagen que es incapaz de hacerlo?

¿Trump le recuerda a alguno de sus personajes?

A Greg Stillson de La zona muerta. Greg Stillson es político, y dice en un momento: ‘¿Sabes qué? Cuando llegue a ser presidente, enviaremos nuestra basura al espacio exterior. No habrá más contaminac­ión’. ¡Y la gente se lo cree! También creyeron a Trump cuando dijo que iba a construir un muro y que México lo pagaría, ¿no? La gente quiere respuestas

simples. Quieren un hombre a caballo, y Trump es ese tío.

Usted es muy activo en Twitter. Creo que fue en Mientras

escribo donde dijo que realmente no sabes lo que piensas sobre algo hasta que lo escribes. ¿Es Twitter un sistema que lo permite?

Publico dos tipos diferentes de tuits. Se supone que unos son divertidos: publico fotos de mi perro, al que llamo ‘Molly, también conocido como la Cosa del Mal’. Y explico chistes malos: fui a la col

mena a por una docena de abejas, y el apicultor me dio 13 porque el 13 era una ‘free bee’ (‘abeja libre’ o también ‘regalo’, en inglés, un juego de palabras). El otro tipo de tuit que hago es: ‘Soy estadounid­ense, soy un animal político, y Trump me indigna’. Es que estoy indignado por lo estúpido que es. Pero eso no es su culpa, él es lo que es. Lo peor es su pereza. Hay muchas cosas en las tiras cómicas Un genio muy estable sobre su incapacida­d para ponerse a trabajar y leer los papeles.¡leer los papeles! No los lee. Usted podría hacerlo mejor. Yo podría hacerlo mejor. Porque tenemos un sentido de la responsabi­lidad. Hemos tenido antes comandante­s en jefe que eran estúpidos, Gerald Ford no era una lumbrera. Pero es que, cuando miro a Trump, no estoy ni siquiera seguro de que ese hombre lea muy bien. Sé que no escribe muy bien. Yo diría que alguien incapaz de leer y escribir no puede pensar. Eso es lo que tenemos.

¿Cree que Twitter ha sido bueno para usted?

Es muy divertido. Es como un enorme patio de vecinos donde todos cotillean. De vez en cuando, puedes meter la pata. A mí me ha pasado varias veces. Nos hemos vuelto muy puritanos. Y si te equivocas… Una vez dije: ‘Hombre, creo que es incorrecto por parte del editor retirar el libro de memorias de Woody Allen, dejadle que diga lo que tenga que decir’. Inmediatam­ente me lanzaron a los perros, me arrojaban tomates electrónic­os, y eso continuó por un tiempo. Luego pasan a otra cosa.

También se las tuvo por un tuit sobre los Oscar.

Dije que había una diferencia entre diversidad y mérito: que las dos cosas deberían estar separadas. De todos modos, todo este asunto de los Oscar es ridículo. Muchas veces, el talento no es recompensa­do. Pero sí creo que, si vas a ir allí y tienes que decidir, has de premiar lo que es genial, y no el color o la raza de la persona que lo hizo.

¿Estar en las redes sociales no le hizo reconsider­ar sus ideas sobre algunas cuestiones? Porque

parece razonable que alguien diga que no es obligación del editor publicar todo lo que un escritor quiera publicar. O, en el tema de los Oscar, en realidad, el problema real no se trataría de recompensa­r la diversidad o no, se trata de quién puede mostrar su talento en primer lugar. ¿Cuál fue su reacción intelectua­l a las respuestas que recibió de esos tuits?

La reacción instintiva es sentirse humillado porque la gente se está burlando de mí o está muy enfadada conmigo. Esa es la reacción emocional. La reacción intelectua­l es preguntars­e: ¿dije lo correcto? Si dije lo correcto, queda en pie. Si dije algo incorrecto, entonces tengo que disculparm­e o aclararlo. Lo que dije sobre los Oscar fue interpreta­do erróneamen­te por personas como la directora Ava Duvernay. Así que tuve que intentar aclarar exactament­e de qué estaba hablando. Nunca sentí la necesidad de corregir o matizar lo que dije sobre Woody Allen, no vi ninguna necesidad, porque la clave el asunto

era que el editor había aceptado previament­e publicar aquel manuscrito. Habían acordado hacerlo, lo firmaron. La razón por la que se echaron atrás fue solo el miedo a la publicidad negativa. Eso es de cobardes. También hubo mucha controvers­ia sobre Tierra americana, la novela de Jeanine Cummins, que me encantó y de la que hice una frase elogiosa para la faja. Existía la sensación de que Jeanine Cummins había hecho lo que se llama “apropiació­n cultural”, casi un robo, que no conocía bien la realidad de los emigrantes mexicanos, que no tenía derecho a escribir sobre ellos, pero en realidad eso es algo que en mi época solía llamarse imaginació­n, sin más. Sentí que tenía derecho a decirlo, porque si sigues ese camino de la ultracorre­cción, nunca un tipo como yo habría escrito libros

como El retrato de Rose Madder o El juego de Gerald, que tratan sobre una mujer y sus sentimient­os. Tienes que dar esos pasos con cuidado, pero se puede hacer. Debería hacerse, porque esa es la forma en que nos acercamos a las otras personas. Así es como funciona. Se supone, vaya. Eso se aleja de su pregunta sobre Woody Allen.

Estaba relacionad­o. Esto también está relacionad­o, en la medida en que se trata de cambiar los contextos culturales: si escribiera su novela It hoy, ¿seguiría escribiend­o la escena de sexo entre Beverly y los chicos del club de perdedores? Eso es algo que la gente señala como un pasaje que ha envejecido mal.

Lo sé. En esa historia, la Biblioteca Pública de Derry tiene un edificio para adultos y un edificio para niños, y los dos están conectados por un túnel de vidrio. Esto significa que utilizo una forma simbólica de hablar sobre la transición de la infancia a la edad adulta. ¿Ve de lo que estoy hablando? Y con el sexo sucede lo mismo: el sexo es para adultos, ¿de acuerdo? No es para niños de 12 años. Pero, en la historia, estaba tratando de escribir sobre esa transición y lo que se pierde al pasar de niños a adultos. Cuando escribí esa escena en la que todos tienen relaciones sexuales con Beverly, lo que estaba tratando de hacer era permitirle­s enviar un mensaje a ellos mismos de adultos, diciéndole­s que pueden regresar, que pueden redescubri­r suficiente fuerza imaginativ­a para lidiar con lo sobrenatur­al. Nunca en la editorial nadie enarcó una ceja al leer esa escena. No hubo comentario­s que dijeran que era una escena de porno infantil. No había nada de eso, porque era un momento diferente. Cuando la gente aterriza en esa escena ahora, está juzgando la década de 1980 según los estándares del siglo XXI. Ves mucho de eso hoy. Esa es una de las razones por las que muchas escuelas no quieren permitir un libro como Huckleberr­y Finn. Dicen: ‘No podemos tener este libro en nuestras escuelas porque tiene esa palabra que empieza por n’. Esto es de lo que estoy hablando, ¿de acuerdo? En el último libro de Michael Connelly, él es un escritor maravillos­o,

esa palabra, ‘negro’, se escribe ‘n——-’. La palabra ‘joder’ está por todas partes. En los años 50, la palabra n habría sido permitida, pero no podría haber usado

‘joder’. Ahora es exactament­e lo contrario. Entonces se trata de cómo cambian las cosas. ¿Escribiría esa escena de It hoy? Casi seguro que no. En aquel entonces, nunca me pareció una cosa mala.

En su nuevo libro, hay una historia llamada Rata que tiene una divertida invocación de Jonathan Franzen. El protagonis­ta es un escritor que parece un poco escéptico acerca de su estatus literario. ¿Es la estima crítica lo que Franzen representa para usted también?

Uso a Franzen porque es un novelista fantástico. He leído todos sus libros. Mi favorita es una novela temprana llamada Movimiento

fuerte, que trata sobre los terremotos en Massachuse­tts. Fantástico libro. Esperas todo el rato algo nuevo en cada momento. Toda la cosa de la conferenci­a sobre Franzen en la historia, está todo perfecto. El tipo está enfermo, tiene fiebre y se fija en Franzen. Me dio la oportunida­d de reflexiona­r sobre algunas cosas acerca de la escritura que no son necesariam­ente lo que creo, pero fue muy divertido. Es una historia sarcástica.

Sobre el tema de la estima crítica, hubo mucho debate sobre su mérito literario o su lugar en el canon cuando fue honrado por la National Book Foundation. Ese argumento parece haber desapareci­do desde entonces. ¿Por qué cree que es?

Cuando comencé, fui visto como un escritor de género, y eso es más o menos lo que era. Recuerdo ir a una fiesta literaria en la época de

El resplandor. Irwin Shaw estaba sentado en una esquina, muy gotoso y muy sonrojado. Tenía un bastón y llevaba un traje azul. Parecía malhumorad­o. Me miró, y una sonrisa burlona apareció en su rostro y dijo: ‘¡Oh, mira, es el león!’, es decir, el león literario. Me encogí porque amo los libros de ese tipo. Todavía lo hago. Creo que parte de lo que sucedió fue que sobreviví a muchos de mis críticos realmente malos. Todavía recuerdo que, en The Village

Voice, alguien hizo un largo artículo sobre mi escritura. Había una caricatura mía comiendo dinero que fluía de mi máquina de escribir. Pensé: ‘¡Oh, es tan desalentad­or cuando trabajas tan duro como eres capaz y luego ves algo así!’. Mantuve la boca cerrada. Mantuve la cabeza baja y seguí haciendo las mejores cosas que pude. Cuando miras a algunas de las personas que trabajaron en el siglo XX, la idea de que yo sería parte de ese canon es ridícula. No me vas a poner con John Updike, y mucho menos con personas como Faulkner o Steinbeck. Tal vez Steinbeck un poco... He tratado de escribir con la mayor honestidad posible sobre personas y situacione­s comunes. Pero creo que básicament­e sobreviví a muchas de las malas críticas. Ahora, no estaré cerca para ver el vere

POLÍTICA

“Biden no ha contado su relato, que debería ser: ¿quieres a alguien capaz de lidiar con el virus?”

POLÉMICA

“Dije que fue cobarde retirar el libro de Woody Allen, y Twitter me lanzó a los perros”

CAMBIOS

“Hoy no escribiría la escena de ‘It’ con todos los niños teniendo sexo con Beverly”

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 ?? FRANCOIS MORI / AP ?? Escéptico. Stephen King, fotografia­do en una biblioteca en París en el año 2013, no cree que su nombre esté a la altura de los grandes escritores de su época, como John Updike, pero, a la vez, piensa que algunas de sus creaciones, como el siniestro payaso de ‘It’, sobrevivir­án al paso de los siglos.
FRANCOIS MORI / AP Escéptico. Stephen King, fotografia­do en una biblioteca en París en el año 2013, no cree que su nombre esté a la altura de los grandes escritores de su época, como John Updike, pero, a la vez, piensa que algunas de sus creaciones, como el siniestro payaso de ‘It’, sobrevivir­án al paso de los siglos.

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