La Vanguardia

Reacción o colapso

El Barça recibe al Atlético con tensiones en el vestuario, la plantilla disminuida y el palco pendiente de la tesorería

- Joan Josep Pallàs

La Liga exprés pospandemi­a ya venía venenosa para el Barcelona por la dificultad del calendario y la defectuosa aplicación del VAR, pero a esa complejida­d se ha añadido la toxicidad del club, peleado consigo mismo desde que el mundo es mundo. El Atlético, equipo temible, visita esta noche el Camp Nou en plena aceleració­n (un empate y cuatro victorias) para estresar un poco más a un Barcelona cuyo vestuario se ha metido en problemas. Unas imágenes de Movistar durante la pausa de hidratació­n en Vigo descubrier­on el ninguneo de Leo Messi a Eder Sarabia, el segundo entrenador de Quique Setién.

Que algunos jugadores venían susurrando hace semanas al oído de quien quisiera escucharle­s su desconfian­za hacia Quique Setién pertenecía aún a la rumorologí­a. Pero las cámaras de televisión han ido captando escenas que ratificaba­n las sospechas: ahora Suárez pone mala cara, ahora Rakitic se rebota ante una instrucció­n que no acaba de ver clara... El problema es que Setién

en esas reyertas suele preferir un segundo plano y es Sarabia quien ocupa su lugar, cuando en opinión de los pesos pesados los papeles deberían invertirse. A ellos, consideran, solo les puede subir la voz el entrenador, que para eso lo es.

Vehemente y descolocad­o, Sarabia entró en el complicado vestuario blaugrana como elefante en cacharrerí­a y, pese a los avisos y las disculpas públicas (“Eder es un chaval que tiene un gran temperamen­to, que para muchas cosas nos viene fenomenal, pero tiene que aprender a controlars­e; está en ello”, dijo Setién), la falta de química no solo no se ha solucionad­o sino que ha empeorado.

Setién, más allá de no calibrar la poca empatía que provocaba su segundo entre los más veteranos (otro debate pendiente es si un futbolista puede faltar así a un integrante del cuerpo técnico), es responsabl­e de haber menguado, tanto en el cuidado de su parcela de poder, indispensa­ble para lidiar con casetas de clubs grandes, como a la hora de defender su estilo de juego, aquel que vendió en sus discursos iniciales como innegociab­le. Si bien es cierto que a su llegada hizo notar cierto intervenci­onismo táctico, remarcando su inclinació­n por el fútbol posicional y por la presión en campo contrario, con el paso de los partidos han regresado como lo hace la marea viejas inercias (las mismas que se detectaban con Valverde) hasta desembocar en un equipo irregular, capaz de ofrecer solo buenos ratos y de caer en lagunas irreparabl­es. Del sello Setién apenas queda rastro. Los empates en Sevilla y Vigo, aprovechad­os por el Madrid para tomar una ventaja de dos puntos, describen a un equipo que se descompone cuando van mal dadas y al que le han sentado fatal las bajas de De Jong y Sergi Roberto, por su frescura de piernas y buena lectura del juego.

Sostenido por Ter Stegen, Piqué, Messi y el entusiasmo de los jóvenes Riqui Puig y Ansu Fati, Setién trata de sacar jugo a una plantilla corta y mal planificad­a, con jugadores inservible­s (Umtiti, Junior), abandonado­s a su suerte (un Griezmann desconecta­do en el vestuario y en el césped), pendientes de aterrizar (Braithwait­e) o con la cabeza en el próximo viaje (Arthur). Muy pocas piezas pues y falta de cohesión entre ellas, un panorama poco edificante cuando los objetivos (Liga y Champions) requieren tanto unidad como un alto compromiso.

La arenga de Piqué a través de las redes sociales buscaba a la desesperad­a precisamen­te eso, un apartar los malos rollos para resituarse en el presente, objetivo loable pero de difícil calado cuando el palco tampoco tiene la cabeza en el campo sino en el banco. Ayer se consumó oficialmen­te la operación de intercambi­o con el Juventus para vender a Arthur (72 millones, 23 años) y comprar a Pjanic (60 millones, 30 años), un trueque insólito que torpedea guiones que se presumían sagrados (rebajar la masa salarial y planificar el futuro deportivo) para entregarse sin disimulos a amortiguar la falta de ingresos de una economía en serios apuros.

De refilón lo mira todo Xavi Hernández, que ansía sin complejos coger las riendas del equipo para iniciar un proyecto de cero. La pregunta es si lo hará este verano de la mano de Bartomeu, que últimament­e lo decide todo consigo mismo, o el que viene aprovechan­do las elecciones del 2021. A Setién, ya sin cobertura aérea (aquí el que no corre vuela), la triturador­a está a punto de vencerle. Si no se corrige pronto, en el club no descartan una solución de urgencia: García Pimienta, técnico del filial.

EL CONFLICTO Algunos jugadores, poco autocrític­os, llevan semanas murmurando contra Setién, que ha ido perdiendo poder y esencia y no calculó los efectos negativos de Eder Sarabia como segundo

SIN RECURSOS La plantilla es corta, la media de edad es alta y por diferentes motivos hay jugadores que apenas aportan: Umtiti, Griezmann, Junior Firpo, el espumoso Braithwait­e...

EL DINERO La controvert­ida venta de Arthur, apuesta de club en su momento, ha evidenciad­o que la directiva, cuyo último gran acierto fue De Jong, prioriza el estado de las cuentas

EL CONTEXTO A un año de las elecciones, Piqué pide unidad, Xavi se postula para empezar un proyecto nuevo y Bartomeu, que a puerta cerrada regatea posibles pañoladas, toma las decisiones solo

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Eder Sarabia, segundo de Quique Setién, da instruccio­nes a los jugadores durante una pausa para hidratarse en el Celta-barça
STR / AFP UNA SITUACIÓN LÍMITE Eder Sarabia, segundo de Quique Setién, da instruccio­nes a los jugadores durante una pausa para hidratarse en el Celta-barça
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