La Vanguardia

A pagar, malditos

- Jordi Juan Director

Imagínense por unos minutos que ustedes ocupan el Ministerio de Economía y que tienen la loable misión de llevar las cuentas de una Administra­ción que se llama España. En una columna ponen los ingresos y en la otra, los gastos. Llega la pandemia y de golpe tienen que contabiliz­ar 11.000 millones de euros que no tenían previstos para sufragar los ERTE que son los que permiten a miles de empresas mantenerse vivas. Pero, al mismo tiempo, la inactivida­d económica provoca que dejen de ingresar aproximada­mente 40.000 millones de euros en impuestos que estaban previstos como ingresos. Y cuando se van a buscar la hucha para romperla en busca de dinero se encuentran que está vacía y con un papelito que dice que la deuda global de la casa (el conjunto de todas las administra­ciones públicas) se sitúa en más de 1,2 billones de euros, la más grande de la historia, y que ya no hay más posibilida­des de endeudarse.

Este es el panorama que presenta hoy España. Con miles de voces que piden además ayudas para el turismo, la automoción, la cultura o la sanidad. Voces desde las comunidade­s autónomas que piden, a su vez, un trato más justo e igualitari­o. Todo el mundo pide dinero y al Ejecutivo de Pedro Sánchez solo le queda mirar a Europa y esperar que en la próxima cumbre se logre un buen acuerdo que permita la llegada de recursos en cantidad y sin excesivas condicione­s.

Pero esto no va a ser suficiente. Por eso el Gobierno ya ha anunciado una reforma impositiva que bajo el eufemismo de buscar “una mayor justicia social” esconde un aumento de la presión fiscal en toda regla. La CEOE ya se apresuró ayer a rechazar la subida impositiva con el argumento de que “no era el momento”. Segurament­e la patronal tiene razón, y el momento actual es más adecuado para incentivar el consumo privado y no castigar en exceso el bolsillo del contribuye­nte, pero el Gobierno no tiene muchas más alternativ­as para sacar este dinero de debajo de las piedras. mientras se debate si se va a gravar más o menos a las grandes fortunas, no tengo dudas de que la subida acabará afectando a los de siempre, a las clases medias. En todo caso, estaremos encantados de aumentar aún más nuestros impuestos pero solo vamos a pedir una cosa a cambio: que se reinvierta­n mucho mejor.

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