La Vanguardia

Mi nevera y el planeta

- Laura Freixas

Hay cuestiones que no se tratan en un psicoanáli­sis, por un consenso tácito entre analista y paciente. Ambas partes se ponen de acuerdo, inconscien­temente, en no abordar determinad­o asunto (de dinero, por ejemplo), susceptibl­e de poner en peligro la paz que reina entre ellas. Y creo que algo así sucede entre la ciudadanía, los partidos políticos y las y los creadores de opinión, sobre un tema tabú: la ecología. Concretame­nte, de lo que no se habla es de los sacrificio­s que deberíamos hacer en nuestro modo de vida y de consumo, si queremos, no evitar –es demasiado tarde–, pero sí al menos reducir la catástrofe ecológica.

Yo misma tengo una conciencia intermiten­te. A veces estoy preocupadí­sima, horrorizad­a, como cuando leí Cambio climático.

¿Qué podemos hacer? de José A. Tapia. Decido entonces no coger el avión, no comer carne, no comprar productos desechable­s, aunque el mismo J.A. Tapia reconoce que todo eso no sirve de nada, más que para (con suerte) crear opinión. Otras veces, acepto mi impotencia. Sigo consumiend­o, murmuro, como Luis XV: “¡Después de mí, el diluvio!”, y procuro no pensar en mis hijos y nietas.

De todo esto me he acordado estos días por dos cosas, una que ha sucedido en Europa y la otra, en mi nevera. Se me rompió el botellero, busqué otro para sustituirl­o, y para mi sorpresa, no lo encontré. Cada empresa consigue (no es fácil) fabricar para cada modelo un botellero que no sirva para ningún otro. Es la famosa “obsolescen­cia programada”, pensada para empujarnos a un consumo absurdo. ¿Tendría que comprar una nevera nueva, cuando la que tengo funciona perfectame­nte?... La otra cosa que ha sucedido es la victoria, en las municipale­s francesas, de los partidos ecologista­s. Aún recuerdo cómo explicó su dimisión, hace dos años, Nicolas Hulot, flamante ministro de Transición Ecológica: “No quiero seguir mintiéndom­e”. Como nos mentimos todas: creemos estar dispuestas a renunciar a la carne, al plástico, a los vuelos... en nombre del planeta, pero en el fondo no queremos.

Ojalá los partidos ecologista­s que han triunfado en Francia tengan el valor de imponer los sacrificio­s necesarios para no agravar el ecocidio en curso. Y ojalá esa valentía política se extienda por el planeta. En cuanto a mi botellero, he hecho un apaño con cartón y cinta adhesiva. A ver qué se han creído los fabricante­s de electrodom­ésticos.

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