La Vanguardia

Heces en Acapulco

- Núria Escur

Una cantidad ingente de lo que ustedes piensan, sí, un vertido de aguas fecales en las playas de Acapulco, ha indignado al personal. La amenaza, desde luego poco glamurosa para lo que están acostumbra­dos, ha inundado espacios idílicos. Estamos perdidos. El paisaje que otrora fue paraíso de actrices y magnates, tipos de la jet y bravucones en ciernes, ha quedado lleno, llenito, de detritus de aspecto y hedor inenarrabl­es.

Desde que la naturaleza se queja de cómo la tratamos, además de enviarnos catástrofe­s, nos pulveriza mitos. Esas playas fueron lo más, sinónimo de verano inolvidabl­e en la bahía y escenario perfecto para sellar vínculos.

El álbum de fotos que nos ha reportado Acapulco es impagable. Ava Gardner, el animal más bello del mundo, enfundada en un bañador negro dinamita. Brigitte Bardot navegando, bikini blanco con volantes y pitillo encendido. Palmeras y palmeras. O esa foto de Jacqueline Kennedy con John en su luna de miel que, por supuesto, celebraron en Acapulco. De pie, con los pies metidos en el agua, ella lleva una cesta de mimbre y una blusa anudada al cuello, sin sujetador; él, moreno radiante, pantalones cortos, polo blanco y una sonrisa que ni el anuncio de Netol.

A la boda de los Kennedy acudieron unos noveciento­s invitados, lo que traducido en saludos al final del banquete significó unas dos horas de dar la mano al personal. Ganas de huir a Acapulco había. No recuerdo si vi las fotos en uno de esos ejemplares viejos de ¡Hola! que colecciona­ba mi madre en un armario. Se pasó la vida recopiland­o recortes sobre bodas y bautizos, reales más que plebeyos, y retratos de actores de Hollywood cuyos nombres nunca supo pronunciar.

Y ahora Acapulco, lleno de mierda, con perdón. Un torrente inesperado de aguas residuales llena la ciudad turística mexicana frente a los horrorizad­os huéspedes de un hotel. Nada para nivelarte, ninguna lección de humildad mejor que ese olor nauseabund­o cuando te crees el rey del universo.

Los desagües se rompieron con las fuertes lluvias y ya nadie recordaba ni los ojos de Ava Gardner ni resto quedaba de los pasos de la Bardot, la peste se llevó el falso retrato de felicidad de los Kennedy, y los investigad­ores pidieron que el caso sea tratado como delito federal.

Ni Acapulco es lo que fue, ni resto queda del sitio preferido de Rita Hayworth. Poco a poco vamos sustituyen­do paisajes que nos parecieron envidiable­s para mirar más cerca y descubrir que, al final, la felicidad no es el sitio sino con quién.

Ese olor nauseabund­o cuando te crees el rey del universo, una gran lección de humildad

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