La Vanguardia

Un cava vestido de lunares para celebrar los 30 años de ‘Pretty Woman’

Leopoldo Pomés y Alfonso Milà abrieron en 1970 un espacio innovador por su estética, su propuesta y su clientela, que hoy mantiene la magia de la mano de sus herederos

- CRISTINA JOLONCH

La pregunta la lanzan los propios comensales, desde la mesa del fondo, en la esquina derecha del local. ¿Por qué el Flash Flash triunfó en la Barcelona de 1970 y supo mantener su magia? Apoyado en la butaca blanca que luce recién tapizada (si algo ha dado el confinamie­nto es tiempo para esos retoques que en el Flash siempre se resolviero­n sin bajar la persiana), el señor Soria, como le llaman todos, lo explica: “Porque no había nada igual en la ciudad. Eran tiempos de restaurant­es oscuros y barrocos y en todos se cocinaba lo mismo. Era inimaginab­le abrir una tortillerí­a en la que además daban magníficas ensaladas”. También según el maître de la casa durante más de 40 años, jubilado desde hace unos cuantos, porque a ese espacio decorado en blanco y negro que se avanzó a su tiempo la democracia llegó antes de que se implantara en el país.

“Aquí se hablaba del divorcio cuando aún muchas parejas vivían como si estuvieran separadas pero obligadas a compartir techo.

Y se hablaba de arquitectu­ra, y de diseño y de literatura... ”.

Se cumplen 50 años desde que dos personajes con una marcada personalid­ad abrieron como socios el emblemátic­o establecim­iento del número 25 de la calle de La Granada del Penedès. Uno era el maestro de la fotografía Leopoldo Pomés, que con la primera tortillerí­a del mundo se vengó de la prohibició­n de comer huevos durante años a causa de un problema de salud. El otro, el arquitecto Alfonso Milà, quien convertirí­a junto a su colega Fererico Correa un local complicado, lleno de columnas y más propio de un parking, en un establecim­iento con varios niveles y un sofá blanquísmo que recorrí todas las paredes (cuenta Soria que el azul de los vaqueros y el maquillaje que las modelos usaban en las piernas lo ponían

perdido) en un lugar con un estilo único que sigue siendo moderno .

En la misma mesa desde la que Soria saluda a clientes de toda la vida, Clementina Milà e Iván Pomés, ambos herederos junto a más familiares de los dos socios, se saben afortunado­s de poder cuidar de una casa que sigue conservand­o el magnetismo de sus creadores. ¿Por qué el Flash triunfó en 1970 y mantiene la magia? “Porque un día se asociaron dos personas que no lo pensaron como negocio sino como el sitio que ellos mismos querían frecuentar, cuando salían tarde y tocaba cenar algo. El Flash, cuyos herederos abrirán pronto en la Diagonal un local que le rinde homenaje, (“Llevará otro nombre porque el Flash es irrepetibl­e”) es, explica Clementina Milà, la gente que lo ha vivido. La Gauche Divine que lo habitó, las sobremesas de abogados, arquitecto­s o escritores y las familias que llevan generacion­es de fidelidad. Pero también sus tortillas sabrosas, sus hamburgues­as al punto , su tarta de queso. Y sobre todo es la gente interesant­e que siempre se sentó en sus mesas sin manteles y el talento y la personalid­ad de sus creadores.

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Los rostros. Alfonso Milà, Karin Leinz, modelo cuyas fotos ilustran el local, entonces pareja de Pomés; Federico Correa y Óscar Tusquets, una mesa en l1970 y Pomés en el 25 aniversari­o del Flash.
 ?? CÉSAR RANGEL ?? El interior del local, que sigue llenando, ahora con el aforo limitado a causa de la pandemia
CÉSAR RANGEL El interior del local, que sigue llenando, ahora con el aforo limitado a causa de la pandemia
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LEOPOLDO POMÉS
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CLÁSICOS La tortilla campera, una de las más exitosas, y la hamburgues­a del Flash es un clásico basado en la que sedujo a Celcilia Santo Domingo en (pareja de Alfonso Milà) el neoyorquin­o PJ Clarke’s

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