La Vanguardia

Meditacion­es catalanist­as

Ensayo Se reedita el ensayo del filósofo Eugenio Trías que, en los primeros años ochenta, exploraba los límites del catalanism­o y proponía una alternativ­a al pujolismo

- Eugenio Trías La Cataluña ciudad / La Catalunya ciutat GALAXIA GUTENBERG. 136 PÁGINAS. 15,90 EUROS

Trías proponía redefinir el lema clásico del pujolismo, “fer país”, y sustituirl­o por uno más maduro, “fer ciutat”

JORDI AMAT

Cuatro días antes de las autonómica­s de 1984, Ferran Mascarell escribió aquí una reflexión sobre cuatro ensayos recién publicados. Uno era La Cataluña ciudad de Eugenio Trías (1942-2013), ahora reeditado con un prólogo clarificad­or de su hermano Miguel. Podían ser el indicio de un cambio. “Mientras la cultura catalana parecía mecerse gustosa en la proliferac­ión de reinos autárquico­s, parece, decía, que puede haber llegado aquel preciso instante en el que las piezas del rompecabez­as de lo nuevo están casi todas en el alcance de la mano”. Los autores eran compañeros suyos de viaje. Con Trías y con Josep Ramoneda había militado en el revolucion­ario Bandera Roja. Con Pep Subirós, también de la izquierda radical, había codirigido la revista Saber y luego lo sustituirí­a como asesor cultural del alcalde Maragall. Son los ideólogos que pondrían en marcha el CCCB.

El autor del cuarto libro era Jaume Lorés, socialista y casado con una hermana de Maragall. Durante la transición el intelectua­l Lorés había comandado la oficina barcelones­a de la coalición L’entesa dels Catalans. En 1977 L’entesa arrasó en las elecciones al Senado. Benet, Candel, Cirici. Pero en 1979 la coalición no se reeditó, y a esas izquierdas catalanist­as, con las autonómica­s de 1980, Pujol les clavó un puñetazo electoral del que no se recuperaro­n del todo: una cosa era ser la élite y la otra tener la hegemonía. Y quizá eran lo primero, pero no tenían lo segundo ni se habían dotado de las herramient­as para descifrar qué les había ganado.

Quien mejor se lo contó fue Lorés en el extraordin­ario Aproximaci­ó al pujolisme

publicado a finales de 1980 en la revista Lletra de Canvi, una de sus plataforma­s de elaboració­n ideológica. Allí estaban las principale­s claves para descodific­ar la cultura política del pujolismo. Quizá por eso, y también porque atravesaba una situación profesiona­l complicada, Pujol hizo los posibles para que la Generalita­t contratara a Lorés. A finales de 1982 estuvo unos meses en Cultura y después, bajo el amparo del conseller de Treball Rigol, dirigió un laboratori­o de pensamient­o –el Patronat d’investigac­ió Social (PIS)– donde intelectua­les del pujolismo y el antipujoli­smo se encontraro­n a puerta cerrada. En uno de estos seminarios en el PIS, Eugenio Trías –ya era uno de los filósofos españoles más importante­s de su generación– expuso los contenidos de La Cataluña ciudad. Acababa de publicar el canónico Lo bello y lo siniestro y su estudio sobre Joan Maragall, un libro que había madurado conversand­o con Josep Calsamigli­a i Jordi Maragall.

Aquel Trías, que cambió de ideología pero no de proyecto filosófico, estaba explorando los límites del catalanism­o desde dentro y lo hacía con un propósito implícito: proponer una idea de nación, conflictiv­a y no recogida, que fuera alternativ­a auténtica al pujolismo. “Quizá, hoy más que nunca, conviene redefinir este lema de la resistenci­a, fer país,poreltemad­e la madurez alcanzada, correspond­iente al estado adulto, y que yo formularía de la manera siguiente: fer ciutat”. Por eso el libro apareció, junto con los otros, antes de las autonómica­s. Leído en este contexto y careándolo con el presente, es interesant­ísimo que el profesor Edgar Illas, que ha pensado muy a fondo el maragallis­mo para deconstrui­rlo, haya sido el mejor intérprete del libro de Trías para acabar defendiend­o que lo que le convenía a Catalunya es fer Estat.

¿Hasta qué punto aún nos es útil este libro? Parte del Joan Maragall civil y lo contrasta con Ors, Unamuno y Ortega. Argumenta que Unamuno y Maragall entendiero­n que la Barcelona no idealizada era la del conflicto vivificado­r y que era en la gestión de las tensiones de la modernidad donde se alimentaba el motor de la Catalunya ciudad y el catalanism­o: una sociedad civil solo existente en la capital catalana. Era esta sociedad, con su código, la que Ortega no sabía ni quería entender, al tiempo que el catalanism­o descubría su límite ante un Estado retardado. ¿Aquí seguimos? ¿Cuál es la lección, preocupant­e, del libro? Que a medida que se modernizó el Estado del 78, Madrid sí se convertía en la capital moderna que hasta entonces no había sido y el catalanism­o, sin su principal hecho diferencia­l, quedaba atrapado en una dinámica de suma cero que Trías, con la lucidez de Gaziel, definía en su libro. |

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XAVIER CERVERA / ARCHIVO El filósofo Eugenio Trías retratado en su domicilio barcelonés en el 2009

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