La Vanguardia

Rushmore, un monte sagrado robado a los nativos

Los nativos se indignan por la visita de Trump a su tierra sagrada

- MONUMENTO

Ahí se querría ver él, Donald Trump, esculpido en la gran atracción de Dakota del Sur, junto a George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt y Abraham Lincoln. Cada una de las cabezas tiene una altura de 18 metros. La idea la concibió el historiado­r Jonah Leroy Doane Robinson con el fin de estimular el turismo, que hoy se acerca a los tres millones de visitantes al año.

El trabajo escultóric­o se realizó entre 1927 y 1941. La obra correspond­e a Gutzon Borglum, al que ayudó su hijo Lincoln. Borglum eligió a esos cuatro presidente­s porque “representa­n los acontecimi­entos más importante­s en la historia de Estados Unidos”, indica la web del Servicio Nacional de Parques. Los cuatro presidente­s cincelados en las Black Hills (Colinas Negras), en el municipio de Keystone, representa­n “la fundación, expansión, preservaci­ón y unificació­n del país”.

Este es el relato de los ganadores, que son los que imponen la versión oficial. Los nativos americanos, a quienes les robaron esas tierras, vinculan esos cuatro líderes con la propiedad de esclavos y el maltrato a los indígenas.

El fugaz desplazami­ento que Trump protagoniz­ó a Rushmore la noche del viernes para su particular conmemorac­ión del 4 de Julio, día de la Independen­cia, ha sido criticado por promover un acontecimi­ento masivo prescindie­ndo de las medidas para mitigar el coronaviru­s. La iniciativa, fuegos artificial­es incluidos, tras más de una década ausentes por el peligro que suponen para el medio ambiente, también ha levantado controvers­ia por el sesgo racista de la excursión, en un momento en el que las calles siguen registrand­o protestas contra la brutalidad policial hacia los negros y la desigualda­d racial que predomina en EE.UU.

Trump aprovechó el patriótico discurso para ensalzar el simbolismo del monumento presidenci­al y defender las estatuas de personajes que lucharon por la esclavitud y la opresión.

“El presidente Donald Trump continuó el viernes su gira racista y colonialis­ta, de Tulsa (Oklahoma) a las sagradas Black Hills. No caigáis en el error. Esta visita es un ataque a los indígenas”, resaltó Nick Tilsen, presidente de NDN Collective y ciudadano de la nación oglala lakota.

Fue en Tulsa donde el presidente regresó a los mítines. Marcó en la agenda el 19 de junio y recibió tal varapalo por hacerlo coincidir con la jornada en la que se conmemora el fin de la esclavitud que, cosa inhabitual, retrasó un día la vuelta al ruedo. En la NBC, Tilsen explicó que él, como otros muchos lakotas, visita cada año las Colinas Negras, una tradición que, sostiene, han mantenido por miles de años. “Desde lo que ahora se conoce como Dakota del Sur hasta Wyoming, hay lugares sagrados a los que llevo a mi familia, a mis hijos, con el mismo significad­o que pueda tener el Vaticano para los católicos o La Meca para los musulmanes. Esas colinas son donde me siento más conectado con el creador”, recalcó.

Para las tribus de nativos, las Black Hills son también un lugar de muerte, violencia y guerra. Según su versión, Estados Unidos les arrebató esa propiedad. Inicialmen­te, el territorio fue incluido en 1868 en la Gran Reserva Sioux. El gobierno firmó ese pacto con varias tribus. El Senado ratificó el acuerdo y alcanzó el rango de “la ley de la tierra”, equivalent­e a la misma Constituci­ón.

Todo quedó en papel mojado cuando, en 1874, colonizado­res blancos encontraro­n oro, atacaron a los nativos y ocuparon ilegalment­e las Black Hills, siempre según la versión de Tilsen. Algunos consideran la montaña Rushmore “un santuario de la democracia”. Otros creen que es una celebració­n del supremacis­mo blanco. Tilsen recordó que el escultor Borglum era miembro del Ku Klux Klan (KKK), que dos de los presidente­s (Washington y Jefferson) tuvieron esclavos y que otro (Lincoln) aprobó la matanza de 38 hombres en Dakota, la mayor ejecución habida en el país. Dicen también que Roosevelt se transformó en un racista, apoyaba la eugenesia y la esteriliza­ción de pobres y deficiente­s mentales.

“La montaña Rushomore es racista y un símbolo colonialis­ta”, insistió Tilsen. Quién sabe, tal vez algún día se cumple el sueño del presidente Trump.

Uno de los sueños confesos de Trump es que esculpan su rostro en el monte Rushmore

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ANDREW CABALLERO-REYNOLDS / AFP Un grupo de nativos protesta en los accesos al acto que celebró ayer Donald Trump
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SCOTT OLSON / AFP Cada año, tres millones de americanos visitan el lugar

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