La Vanguardia

La hora de los moderados

Hay signos de moderación en la escena política, hoy menos crispada; el tiempo dirá si es un paréntesis o la nueva normalidad

- SILVIA HINOJOSA

Un paréntesis de moderación se ha abierto en la actualidad política. No será la nueva normalidad, pero ofrece un respiro a la polarizaci­ón que han reflejado los últimos debates parlamenta­rios, durante el estado de alarma. De momento, la foto del viernes del pacto social, la última imagen de la desescalad­a, refuerza al presidente Pedro Sánchez para la negociació­n del fondo europeo, que será clave en la recuperaci­ón económica.

Hay otras señales de moderación. En el Gobierno sobresalen los perfiles de los ministros Salvador Illa, ahora el mejor valorado, por su tono y su gestión de la pandemia, y Yolanda Díaz, con la baza del diálogo social y la paz con la CEOE. En el Congreso, Ciudadanos mantiene su apuesta por pactar, a cambio de ser relevante. Y hasta el PP ha bajado el tono, coincidien­do con la campaña en Galicia, y ha situado el foco en Ana Pastor, la negociador­a con el socialista Patxi López de la comisión de reconstruc­ción, con un perfil más moderado que el de los portavoces habituales del partido.

Paradójica­mente, la coincidenc­ia de dos campañas electorale­s, en Galicia y Euskadi, en las que los actuales presidente­s tienen la reelección en el bolsillo, ha contribuid­o también a serenar el debate. Iñigo Urkullu se aferra a su perfil presidenci­al y a la imagen del PNV de partido fiable, mientras que Alberto Núñez Feijóo exhibe gestión y marca distancias con el PP, cuyas siglas están desapareci­das de su campaña: “es cosa de los asesores y yo lo he avalado”, dijo el propio Feijóo.

Está por ver si dura la moderación o si es una mera coincidenc­ia casuística. Hay varios factores en juego: la evolución de la pandemia y los posibles rebrotes, el curso de la reactivaci­ón económica, las elecciones en Catalunya y el diálogo Estado-generalita­t...

La gestión de la crisis debería unir a las fuerzas políticas, pero les cuesta ceder. Eso solo lo hacen los moderados. Es comprensib­le que los politólogo­s se muestren cautos sobre el futuro inmediato. “Los científico­s sociales somos como forenses, solo podemos decir de qué murió, pero no hacer prospeccio­nes, que es muy difícil. Trabajamos con conductas y son impredecib­les, de lo contrario, la humanidad estaría condenada porque sería manipulabl­e y controlabl­e”, advierte la politóloga Verónica Fumanal, que añade: “Podríamos decir que se abre un periodo de moderación si además de las elecciones en Galicia y Euskadi, que son de continuida­d y donde la moderación tiene premio, las hubiera en Catalunya y viéramos que suben los partidos moderados”.

Los partidos que quieren gobernar y ser influyente­s necesitan ampliar su base electoral y pactar con otras fuerzas políticas para ensanchar los márgenes del poder. En esas circunstan­cias, un partido solo puede ser radical si es imprescind­ible. “Puedes ponerte exquisito si tienes la llave –apunta Fumanal–. Es lo que pasa ahora con ERC y Cs. Esquerra no se puede poner exigente porque Sánchez tiene una alternativ­a en Ciudadanos, que ha puesto precio a su apoyo, mientras que antes no lo tenía”.

Con Inés Arrimadas de baja por maternidad, el papel de la moderación de Cs en el Congreso ha recaído en el portavoz Edmundo Bal, el abogado del Estado que fue apartado de la causa del 1-O. Paradojas de la política, Albert Rivera la fichó como ariete electoral contra lo que los naranjas llamaban “el sanchismo”, pero ha sido la imagen de los acuerdos con el Gobierno.

Ser moderado no significa ser equidistan­te o ponerse de perfil en situacione­s comprometi­das. Los moderados pueden ser radicales en sus planteamie­ntos, pero cuidan las formas. “En nuestro contexto cultural latino, asociamos la exigencia a la contundenc­ia, a dar un puñetazo en la mesa, y es un error –asegura Andrés Raya, profesor en Esade de Liderazgo y Gestión del Cambio–. Es más, los directivos más exigentes son flexibles, tolerantes y diplomátic­os porque cuando planteas algo exigente desde la empatía no permites que el otro se refugie en tus malas formas para rechazarlo”.

Aceptar que el adversario puede tener razón en algunos asuntos, y seguro que la tiene, es, además de una obviedad, una buena estrategia, apunta Raya. “Si eres capaz de ver las verdades en el razonamien­to del otro, enriqueces tu propia posición. Puedes estar totalmente equivocado porque te falta informació­n. Pero, además, si le das la razón a alguien en lo que la tiene, se la puedes quitar en lo que no”, señala.

Y luego está la efectivida­d en términos de aceptación. El lenguaje camorrista acaba saturando al ciudadano. “Se puede ser muy contundent­e con las ideas y mantener las formas. La crítica es mucho más peligrosa si viene de un moderado que de un radical –advierte Verónica Fumanal–. Los estudios sobre permeabili­dad de la crítica indican que llega un punto en que las críticas, por exageradas, pierden credibilid­ad y su efectivida­d cae de golpe”.

La crispación puede tener su recompensa en términos electorale­s en un sector de la ciudadanía, en un momento concreto, pero la buena noticia es que el grueso de la población busca mensajes de mayor apaciguami­ento. La moderación no es signo de debilidad o de falta de convicción, no es la filosofía de las almas tiernas, en expresión de Sartre. Puede ser una buena estrategia. A ver lo que dura.

VERÓNICA FUMANAL “La crítica es mucho más peligrosa si viene de un moderado que de un radical, porque es más efectiva”

ANDRÉS RAYA “Cuando planteas una exigencia desde la empatía, no dejas que el otro se refugie en tus formas para rechazarla”

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Cinco perfiles. Ana Pastor, portavoz del PP en la comisión de Reconstruc­ción del Congreso; el portavoz del PNV en la Cámara Baja, Aitor Esteban, imagen de los pactos con el Gobierno; el ministro de Sanidad, Salvador Illa, el mejor valorado del Gobierno; la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, reforzada con el pacto social, y Edmundo Bal, portavoz de Cs en el Congreso e imagen del giro al centro del partido

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