La Vanguardia

El horror, el horror

- Antoni Puigverd

El rey Felipe de Bélgica ha entonado un discreto mea culpa por “las heridas del pasado” belga en Congo. “Lamenta profundame­nte”, una colonizaci­ón marcada “por las atrocidade­s cometidas contra las poblacione­s locales”. ¡Ya tocaba! Son palabras forzadas por la ola contra el racismo que ha desatado el asesinato de George Floyd en Minneapoli­s.

Estas palabras de arrepentim­iento corrigen levemente las que pronunció hace exactament­e 60 años en Léopoldvil­le (la actual Kinshasa) el tío del rey actual, Balduino, famosísimo en la España de Franco en virtud de su matrimonio con la aristócrat­a española Fabiola de Mora y Aragón. Balduino era una de las pocas puertas claramente abiertas al régimen de Franco en Europa. La pareja salía cada semana en las revistas del corazón.

Balduino asistió con el orgullo herido a la ceremonia de formalizac­ión de la independen­cia de Congo. Bélgica cedía la inmensa colonia porque no quería pasar por la humillante experienci­a de Francia con Argelia. En su discurso, llegó a describir la independen­cia de Congo como la culminació­n de “la obra civilizado­ra” de su antepasado Leopoldo II. Antes de convertirs­e en colonia de Bélgica, Leopoldo II poseía esta inmensa porción de África como propiedad estrictame­nte privada.

Se hizo inmensamen­te rico expoliando el país y esclavizan­do a sus gentes. A los negros que no recogían la cuota mínima de caucho, les cortaban las manos. El escritor Joseph Conrad describió el territorio del río Congo como “el corazón de las tinieblas”. En el momento de la agonía, Kurtz, protagonis­ta de la novela, resume su vida y la del territorio: “El horror, el horror”.

El día antes de que Balduino pronunciar­a su discurso, desfiló en un descapotab­le con el primer presidente del país, Joseph Kasavubu. De repente, un hombre se les acerca, se inclina hacia el rey y se apropia de su espada. Lo detuvieron. No quería el arma para asesinarlo, al parecer, sino tan solo para dar la nota. Todos los negros que dibuja Hergé son de este estilo: o tontos o estúpidos. Temen a los leones, circulan en trenes de latón y adoran a Tintin.

Kasavubu pronunció un discurso convencion­al. Pero el primer ministro Patrice Lumumba dijo al rey: “Nuestras heridas están muy frescas y son demasiado dolorosas para ser olvidadas”. Al cabo de un año, Lumumba era liquidado. Los belgas y los propietari­os de minas forzaron la escisión de Katanga y entregaron el país a Joseph Mobutu, arquetipo de los dictadores africanos. El país más rico en naturaleza y minas es uno de los más pobres del mundo. El horror continúa.

Balduino: una de las pocas puertas abiertas que Franco tenía en Europa

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