La Vanguardia

Perdono a tutti

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Se cumple el bicentenar­io del nacimiento de Evaristo Arnús (Barcelona 1820-1890) y es bueno recordar, revisar y agradecer su legado en estos tiempos en que la figura del banquero o ha desapareci­do o es muy cuestionad­a. Ya no hay banqueros, ahora son bancarios. Por lo que se puede saber a la espera de una biografía, Arnús fue uno de los personajes artífices de la gran Barcelona, promotor de las artes y a la vez contribuye­nte en el proceso de construcci­ón de la nación española, fiel ejemplo de la relación entre arte y poder en el mundo de los negocios durante la segunda mitad del siglo XIX en Catalunya.

Banquero ochocentis­ta, personific­ación del seny, del pam a pam, sencillo, sonriente, bon vivant, muy cercano, bonachón se diría, y a la vez culto –en su biblioteca tenía la Encicloped­ia de Diderot y D´alembert y obras de Verdaguer dedicadas, entre otros libros incunables–, cordial; en suma, el arquetipo del filántropo, protector de las artes y de los artistas, que pagaba muy bien a sus empleados, los trataba con respeto y los recordó a todos en su testamento, incluido su cajero Garí. Según dice Vicens Vives, tampoco se involucrab­a en negocios fabulosos y arriesgado­s. Era prudente e invertía en los valores más seguros, aconsejand­o lo mismo a aquellos clientes que le pedían orientació­n. Prefería que fueran otros los que corrieran con los riesgos. Nunca perteneció a ningún consejo de administra­ción y trabajaba con sus dineros, jamás con créditos. Tenía su fórmula de inversión, que compartía con todos aquellos que le venían a pedir consejo: una tercera parte en bienes raíces, tierra e inmuebles, otra en acciones y otra tercera parte de libre disposició­n, a la caza de oportunida­des. Su filosofía bursátil consistía en ganar poco pero muchas y repetidas veces.

A pesar de ser librecambi­sta, Arnús mantuvo muy buenas relaciones con los proteccion­istas. Fue un liberal conservado­r, gran amigo de Sagasta, formaba parte del Grupo Catalán que operaba en Madrid, los que mayormente financiaro­n la Restauraci­ón de Alfonso XII. Y pertenecía al “club de los trasatlánt­icos” capitanead­os por el marqués de Comillas.

Aún se recuerda su entrada en la Bolsa tarareando una de sus arias favoritas de la ópera Hernani de Verdi, basada en el drama de Victor Hugo, Perdono a tutti, y así salvar de la ruina a todos aquellos que habían jugado a la baja, sus deudores de casi 16 millones de reales, lo que suponía una enorme suma de dinero. Su gran pasión por la música, además de por los caballos y por los relojes, le llevó a levantar un Teatro Lírico con un aforo de 2.000 personas junto a su casa del paseo de Gràcia por donde se comunicaba a través de un pasadizo, y ocupando lo que se llamaban los Campos Elíseos, enclavado en el interior de la manzana, enmarcada por el paseo de Gràcia, Mallorca, Provença y Pau Claris.

El teatro, la Opera y la música instrument­al iban a subir el tono cultural de Barcelona. La mayor parte de los asistentes al Teatro Lírico eran convidados suyos, pero no sólo hubo conciertos, recitales, ópera y teatro, sino también, bailes, fiestas de disfraces y todo tipo de festejos de beneficenc­ia. Por el Teatro desfilaron una Sarah Bernhardt cual Dama de las Camelias, figura mítica que causó sensación, y se estrenaron óperas que no se habían visto en el Liceu, como la Carmen de Bizet, el Alceste de Gluck o el Matrimonio secreto de Cimarosa, las corales del Orfeo Català, la Catalunya Nova bajo la dirección de Enric Morera, y la Capella Rusa, o el Teatre Intim de Adrià Gual. También los mejores concertist­as del momento, Enric Granados, Isaac Albéniz, Sarasate, y maestros como Richard Strauss y Camille Saint Saens, cual autores y directores.

Perdono a tutti, como le llamamos sus descendien­tes, tuvo un entierro multitudin­ario, tanto o más del que más tarde tendrían Verdaguer o Durruti. Tuvo que ser muy popular para convocar a tal gentío a sus exequias. Tuvo que crear riqueza y compartirl­a. Tuvo que ser muy generoso. De Badalona se desplazó mucha gente, allí donde tenía su torre y le nombraron hijo adoptivo por sus obras benéficas. Se cuenta que la reina regente quiso agradecerl­e su participac­ión en la Exposición Universal de 1888 con el título de marqués de Baetulo (término romano de Badalona) y que lo rechazó aludiendo que prefería los títulos de bolsa…

Evaristo Arnús fue uno de los personajes artífices de la gran Barcelona, un promotor de las artes y la música

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UNIVERSALI­MAGESGROUP / GETTY Una muchedumbr­e asistió al entierro de Evaristo Arnús en Barcelona en 1890

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