La Vanguardia

Gracias por todo, Messi

- Xavier Aldekoa

Abbas nubló la mirada de golpe y escupió una de esas frases lentas, que de tan pastosas más que avanzar retroceden, y que sobre todo no apetece escuchar en medio de una puta guerra.

– Tienes a dos hombres armados detrás de ti. Estábamos en un claro de un bosque en Bouca, en el norte de la República Centroafri­cana, me giré y sí: dos chicos adolescent­es, flacos como un cable y de unos quince años, se habían colocado sigilosame­nte a mis espaldas y nos apuntaban con sus AK47. El más alto tenía el pelo rizado, llevaba la camiseta del Barça y tenía la mirada tan perdida que cada vez que parpadeaba olía a marihuana. El otro vestía de camuflaje y se había anudado un pañuelo rojo alrededor de la cabeza como en las películas de Rambo. El malo resultó ser el del pañuelo, el peor el de la camiseta culé.

Ese, el más cabrón, se dirigió a Abbas. –¿Antibalaka?

Esos interrogan­tes encerraban una bala en la cabeza. En aquellos días, el país se deslizaba hacia el abismo de una guerra civil y había dos trincheras. En una estaban los seleka, mercenario­s musulmanes de origen chadiano y sudanés, que habían tomado el poder en Bangui, la capital. En la otra, los antibalaka, grupos de autodefens­apopulares,quehabíanr­espondido a la sangre con más sangre. En medio, tiritaba la población, que corría despavorid­a ante las matanzas.

Estar en Bouca no era una buena noticia para Abbas: la ciudad había caído en manos de los seleka y estaba llena de cadáveres con la garganta cortada o una bala en las costillas. En aquel claro del bosque, la pregunta seguía paralizada en el aire, como en esos penaltis a lo Panenka donde el balón no acaban nunca de descender. –¿Antibalaka?

Como los pulgares se acercaban a los gatillos y aquellos chavales solo hablaban árabe, opté por una carta desesperad­a, simulando calma. No me tiraré el pisto: estaba hecho un flan. –Messi, Messi. No antibalaka. Ok.

El de la camiseta culé no sonrió, pero apartó la vista de Abbas, que lo consideró un triunfo porque a esas alturas se veía con todas las papeletas. El chaval bajó el arma e hizo un gesto para que nos marcháramo­s.

–Ok, no antibalaka; allez.

Esta semana, la noticia ha dejado al culé en shock: Messi se irá pronto del Barça. Yo no sé si será el año que viene o el siguiente, pero hace un tiempo que sus goles han adquirido el sabor amargo de la despedida. Desearía que fuera un adiós dulce, con una Champions más y envuelto en el abrazo de los aplausos, pero si no ocurre así, de sus años en el club me quedaré con la felicidad y una duda. La felicidad de su magia y sus victorias y la duda de si fue su nombre lo que hizo reaccionar a aquel niño soldado en un rincón perdido de África y salvó la vida a mi amigo Abbas. Todavía hoy no lo sé.

Por si acaso: gracias por todo, Messi.

Como los pulgares se acercaban a los gatillos y aquellos chavales solo hablaban árabe, opté por una carta desesperad­a: Messi

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