La Vanguardia

¿Y qué hay que hacer con Bale?

Por enésima vez, el Madrid le busca una salida al galés, elemento prescindib­le en el planteamie­nto de Zidane

- SERGIO HEREDIA

Finalmente, Florentino Pérez se rinde. Tiene claro ya que Gareth Bale (30) no es su hombre. Lo ha aprendido escuchando: se lo ha dicho Zinédine Zidane, única personalid­ad cuyo discurso trasciende al presidente blanco. Zidane habla y Florentino Pérez escucha. Zidane dice que basta, que Bale no le sirve.

Y el galés juega al golf. Tanto tiempo después, esta es la historia de un sinsentido. El Madrid quiere que Bale se vaya y Bale quiere irse. Lo que pasa es que la operación sale por un ojo de la cara. Y nadie quiere quedarse tuerto.

De Bale, ocho temporadas ya de blanco, en todo este tiempo apenas nos han llegado fogonazos. Queda una carrera para desbordar a Bartra, marcado a fuego desde entonces. Y una chilena para acogotar al Liverpool en la final de la Champions de 2018.

Y ya.

Y de eso no se vive. Tampoco se vive de un rosario de lesiones, recurrente­s contratiem­pos que han desconcert­ado a los médicos blancos, desesperad­o a los seguidores y endeudado a los servicios financiero­s del club. Ni de una serie de desplantes que ha indignado a sus compañeros, atónitos ante las idas y venidas del, en su momento, hipotético sucesor de Cristiano Ronaldo.

Bale se declara lesionado, incapaz de alinearse en el Madrid. Y poco después reaparece sobre el terreno, imperial, defendiend­o a la selección galesa.

Esto no es un líder, se dice en el vestuario blanco, donde Bale apenas concilia con nadie. Tantos años en el país y apenas chapurrea castellano.

Zidane, pues ya...

Zidane habla desde el banquillo.

Recurre a la estadístic­a. Y la estadístic­a tampoco defiende a Bale: en la era post-confinamie­nto, su papel ha sido testimonia­l. Ha jugado media hora ante el Eibar y setenta minutos ante el Mallorca. Nada más.

Son 100 minutos, sobre 540 posibles. No llega al 20%.

Bale no ha aparecido en los dos últimos compromiso­s blancos, ante el Espanyol o el Getafe. Y tampoco se le espera hoy, en San Mamés. Al menos, en el once inicial. A estas alturas de la historia, Zidane ya no puede dejarlo más claro.

Zidane entra en el despacho de Florentino Pérez y le dice que Bale es bueno, pero que no le sirve. Que tiene fogonazos y luego se apaga. Que le falta compromiso defensivo, se desacopla en ocasiones y tampoco resuelve nada. Y que parece de cristal: desde que es blanco, Bale se ha lesionado 25 veces.

No le parece un líder.

Para colmo, la presencia de Bale supone una sangría económica. Y ese argumento pesa más que cualquier otro.

Antes de que Zidane reaparecie­ra en el banquillo blanco, Florentino Pérez veía en Bale un jugador franquicia. Le había blindado, colocándol­e una cláusula antijeques: 1.000 millones de euros, a ver quién paga eso. Y un contrato hasta el 2022. Bale cobra 20 millones de euros anuales, un salario que le apega al trono. Con semejante sueldo ¿quién va a irse?

Ahora, Zidane lo quiere fuera. –Si se puede ir mañana, mejor –había dicho el curso pasado.

El asunto contraría al presidente, que debe soportar los arreones de Jonathan Barnett, el agente de Bale. Barnett insiste: para que Bale se vaya, habrá que adelantarl­e los 20 millones anuales que se le deben de aquí al 2022.

Y ante eso, Zidane mira hacia otro lado. Están en juego la Liga y la Champions. Lo demás, ya se verá.

MINIMALISM­O

El futbolista desde el posconfina­miento no ha jugado ni 100 minutos, sobre 540 posibles

LA MEMORIA

A finales del curso pasado, Zidane decía: “Si Bale se puede ir mañana, mejor”; hoy, la situación es la misma

 ?? ALBERT GEA / REUTERS ?? Gareth Bale, en primer plano, en el RCDE Stadium de Cornellà
ALBERT GEA / REUTERS Gareth Bale, en primer plano, en el RCDE Stadium de Cornellà

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