La Vanguardia

Asistiendo

- Pedro Nueno

Podría levantarme a las 6 de la mañana, sentarme delante del ordenador en mi casa, parar 10 minutos para desayunar algo en algún momento alrededor de las 9, parar sobre las 14 y comer algo, seguir hasta las 21 y parar otros 20 minutos para cenar algo y seguir delante del ordenador hasta las 23.30 e irme a intentar dormir. Y durante todo el tiempo delante del ordenador podría asistir a reuniones importantí­simas de escuelas y asociacion­es, conferenci­as de personajes importante­s (académicos, políticos, científico­s, empresario­s, etcétera), seminarios con muchos ponentes y temas interesant­es. ¡Cómo se han disparado estas cosas en los últimos meses!

Hasta el año pasado, la gran mayoría de conferenci­as, seminarios, sesiones de consejos, asociacion­es, eventos sectoriale­s, se hacían con la asistencia de los participan­tes a reuniones en auditorios de hoteles, de escuelas, de institucio­nes. Pero el coronaviru­s se cargó las reuniones y todo el mundo decidió utilizar la tecnología. De repente se descubría, por ejemplo, que un consejo de administra­ción al que iban a asistir unas diez personas, seis miembros del consejo, un abogado, un auditor y dos altos directivos de la empresa (no consejeros) que estaban en ubicacione­s distintas (París, Londres, Madrid y Barcelona) podían participar en una reunión digital si cada uno estaba delante de un ordenador que tuviese una cámara y un micrófono. En la pantalla podías ver a quien hablaba, pero también en cuadradito­s pequeños a los otros participan­tes en la reunión.

La recomendac­ión suele ser entrar en esa reunión (llamada virtual, digital, telemática, online u otros nombres) quince minutos antes de que empiece para poder conectarse bien. Han aparecido varios sistemas de conectarse, con precios diferentes y distintas opiniones de “expertos”. Pero casi siempre hay alguien que tiene problemas para entrar en la reunión y hasta alguno que desaparece de la reunión y su cuadradito se queda en negro.

Asistí a una reunión de un consejo que se hizo online. Era un consejo muy internacio­nal y cada consejero estaba en su país, en su despacho o alguno quizás en su casa. Yo no podía evitar pensar, si hubiese sido un consejo todos reunidos en la oficina principal de la empresa, de los diez que estábamos en la pantalla seis habrían tenido que viajar, cuatro desde países europeos y dos desde Madrid a Barcelona. Cinco o seis habrían necesitado hotel, taxis... El ahorro del consejo digital era enorme. No cabe duda de que en los últimos meses las empresas habrán

Avanzamos en el mundo digital, pero tiene sus limitacion­es; somos personas, no robots

ahorrado un montón de viajes (así están aerolíneas y hoteles). Los consejeros habrán ahorrado tiempo.

Pero recuerdo un momento de la discusión en el que se entró en un tema un poco delicado y no pude evitar pensar en si aquello se estaría grabando, si lo estarían viendo otras personas, facilitada­s quizás por alguno de los directivos de la empresa. ¿Si se grababa, qué uso le podía dar a la grabación? Nada era ilegal. Básicament­e se trataba de mejorar costes y había una propuesta muy trabajada de despedir a unas 50 personas. Para mí despedir personas es siempre algo que no me gusta nada y, como me esperaba algo así, puse sobre la mesa unas cuantas alternativ­as que habían salido de otros consejos anteriores que implicaría­n el esfuerzo de añadir algunos productos o insistir en trabajar más algunos mercados internacio­nales. Mis sugerencia­s salvaban puestos de trabajo, pero endurecían el trabajo de los directivos.

Es difícil tener una discusión importante sin ver bien todas las caras, las miradas entre unos y otros, sin tener una pausa para tomar café y decirle algo a uno y a otro, hablar en voz baja con los de al lado, apreciar si alguno está muy nervioso. En fin, avanzamos en el mundo digital, pero no nos olvidemos de sus limitacion­es. Somos personas. El día que las empresas sean gestionada­s por robots, los consejos serán completame­nte digitales.

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