La Vanguardia

El ajedrez es la vida

- Màrius Carol

Iván Redondo, jefe del Gabinete de la Presidenci­a del Gobierno de Pedro Sánchez, es un buen jugador de ajedrez, pero además ha leído decenas de libros sobre los grandes maestros de este deporte. A menudo utiliza sus enseñanzas para la política y lo cierto es que le ha dado buenos resultados. Hay una frase de Bobby Fischer que le gusta especialme­nte: “No creo en la psicología, sino en las buenas jugadas”. Sentencia que es solo cierta en parte, porque para vencer a Boris Spasky ,enel llamado jaque mate del siglo en 1972 –mientras las superpoten­cias vivían su propia partida en el terreno nuclear–, llegó incluso a desaparece­r de la sala durante siete largos minutos para sacar de los nervios a su rival.

Bobby pensaba que en cada posición podía elegirse la mejor jugada, mientras que otros maestros creían que para ganar había que llevar a cabo movimiento­s incómodos para cada contrincan­te en particular o hacer sacrificio­s dudosos para descentrar­los. Fischer quería derrotar la mente del rival. Se ha escrito que para él el ajedrez era “una guerra sin metáforas”.

La última jugada de Redondo es haber convertido el pacto de reconstruc­ción en unas simultánea­s: la salida económica de la crisis se está disputado al mismo tiempo en el palacio de la Moncloa y en el Parlamento. Con centrales sindicales y patronales en el recinto presidenci­al y con el resto de fuerzas políticas en el Congreso. Y Pedro Sánchez está avanzando más con la sociedad civil que con la política, posiblemen­te porque unos aspiran a sacar el país adelante y los otros intentan, sobre todo, que el Gobierno no se consolide. Ya dijo Fischer que el ajedrez es la vida y, al menos, hay que reconocer que se le parece mucho. Es imprescind­ible estar atento a la partida, no despistars­e en ningún momento y mover las fichas con acierto. Y con una estrategia clara y decidida que debilite al adversario.

Sánchez ha conseguido en las últimas horas sellar un acuerdo con sindicalis­tas y empresario­s, mientras a diez minutos en coche el PP no apoyaba las conclusion­es sobre economía y políticas sociales de la comisión parlamenta­ria de reconstruc­ción. Los populares se limitaron a abstenerse en las medidas sanitarias y en las relativas a la UE: poco balance en un momento tan excepciona­l. En la única cosa que coincidier­on las patronales con el principal partido de la oposición fue en su rechazo a subir los impuestos. Pero unos y otros saben que en este capítulo deberán hacer concesione­s. Todos nos acordamos de que el PP subió al poder en otro momento delicado, como era el 2011, y aunque Mariano Rajoy había anunciado bajadas de impuestos, la primera medida fue subirlos, pues el país no estaba para tales alegrías.

El Gobierno tiene el camino más despejado y además puede criticar la falta de unidad del principal partido de la oposición a las puertas de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno, donde España se juega 140.000 millones, lo que es una manera de presionarl­es. Una hábil jugada, como las que hacía Fischer cuando parecía atrapado y sin salida.

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