Aquí no se habla escocés
Solo el uno por ciento de la población domina el gaélico, que se encuentra en peligro de extinción
El idioma suele ser uno de los grandes elementos identitarios, junto con la religión, la historia, la cultura o simplemente el rechazo a un sentimiento alternativo de pertenencia, por razones políticas o del tipo que sea. Pero en el caso de Escocia, hablar el gaélico escocés tiene muy poco o nada que ver con el deseo de independencia, porque se trata de una lengua en peligro de extinción, que tan sólo utiliza el uno por ciento de la población del país.
Un turista accidental no lo diría, viendo por la calle los letreros de poileas en los coches de policía o de ambaileans en las ambulancias, o cuando al cruzar por tierra la frontera se encuentra un enorme cartelón que dice Fàilte gu Alba (Bienvenido a Escocia). Pero a pesar de los esfuerzos de los últimos años del Partido Nacional (SNP) para introducirlo en los planes de estudios y que los niños se familiaricen con él desde pequeños, la realidad es que es un idioma que apenas se habla en las casas, excepto en las comunidades remotas de las Islas Hébridas, y no en todas ellas.
Es un problema evidente desde hace tiempo, pero ahora un estudio oficial ha revelado que de los 5,5 millones de escoceses, sólo 58.000 son capaces de hablarlo más allá de a un nivel anecdótico, veinte mil personas menos que hace una década. A este paso, pronto le pasará lo que al navajo, engullido por el inglés y que la tribu india norteamericana no sabe cómo hacer pasar de manera efectiva a las nuevas generaciones, o el hawaiano, circunscrito a 19.000 individuos en el archipiélago, el criollo haitiano o el yiddish.
Aprender gaélico de adulto, sin haberlo hablado o al menos escuchado de pequeño en casa, es un desafío incluso más grande que el de aprender alemán, tanto por la estructura gramatical como por la fonética. Sí es tha (se pronuncia algo así como ja), no es chan eil (parecido a la marca de perfume francés), buenos días es madainn mhath (que suena matín va), buenas tardes es feasgar math y gracias es tapadh leibh. Si cabe una nota de experiencia personal, hacerse entender en una tienda de la isla de Skye es un gesto que merece la aprobación generalizada, pero al mismo tiempo una experiencia desafiante. Uno puede querer comprar una barrar de pan y llevarse fácilmente un rollo de papel higiénico.
Para complicar aún más las cosas, casi la totalidad de quienes hablan escocés son personas mayores de cincuenta años, y se van muriendo a mucha más velocidad de la que aparecen nuevos gaélico parlantes gracias a los programas educativos. En el País de Gales, donde el sentimiento de independentista es más tibio y la penetración política y cultural de Inglaterra enorme, el uso del galés está sin embargo muy extendido (medio millón de personas), la BBC tiene desde hace tiempo un canal de televisión en el idioma nativo, y se ruedan populares series de televisión como Hinterland, Hidden o Keeping Faith que han de ser subtituladas al inglés.
A la dificultad para sustentar la tradición lingüística se añade el hecho de que, además del escocés gaélico de origen celta limitado principalmente a parte de las Tierras Altas y las islas Hébridas Exteriores, como Harris y Lewis, en las Tierras Bajas se habla el scots, de raíz germánica, y en las Islas Shetland y Orcadas quedan vestigios del norn o nórdico antiguo, de uso frecuente en los siglos XVIII y XIX, llevado por los vikingos y colonos escandinavos, conectado al islandés y al feroés (de las islas Feroe). El dialecto de Glasgow es tan difícil de entender para los ingleses que películas como Trainspotting han sido llevadas al cine subtituladas.
La estrategia del Partido Nacional de Escocia (independentista) ha consistido en aumentar la enseñanza del gaélico en la escuela primaria, sobre todo en las principales ciudades como Glasgow, Aberdeen y Edimburgo, algo a lo que se han resistido los conservadores. Pero los autores del estudio que revela el peligro de extinción de la lengua señalan que, para evitar su desaparición, habría que promocionar su uso habitual dentro de las familias, y que aquellos padres que no lo han perdido se dirijan a sus hijos en él vez de en inglés (los adolescentes son particularmente reacios a utilizarlo). La única manera de salvarlo, dicen, es que se convierta en parte de la vida cotidiana.
El gaélico que se habla en Irlanda es primo hermano del escocés, aunque hay diferencias gramaticales, de vocabulario y de pronunciación que hacen que la comprensión no sea automática. Lo que sí es común es el problema de supervivencia: en Irlanda, según cifras oficiales, tienen conocimientos 1.7 millones de personas, pero en la práctica sólo 17.000 lo hablan regularmente.
Se enseña cada vez más en las escuelas, pero apenas se habla en los hogares y no forma parte de la vida diaria