La Vanguardia

Gestionar el Segrià

- Álex Sàlmon

Solo los obsesivos creen a estas alturas que la mal llamada “gripe española” de principios del siglo XX debe su nombre al haberse expandido desde España. Quien quiere estar informado ya sabe que la gripe se extendió a través de los campamento­s militares en EE.UU. –algunas investigac­iones concretan el punto cero en la base militar de Fort Riley, en Kansas– y la excepciona­lidad de la Primera Guerra Mundial hizo el resto.

La mayoría de los textos académicos, históricos y médicos razonan la denominaci­ón de “española” a la neutralida­d del país en aquella guerra, lo que permitió que se informara sin ningún tipo de censura y en libertad. Así fue para los correspons­ales internacio­nales que cubrían informativ­amente España alejados de la guerra. Así, algo que fue una facilidad periodísti­ca, se acabó adjetivand­o en negativo. El tiempo y la ignorancia, sazonadas con gotas de mala intención, divulgaron el equívoco.

La pandemia, desde un punto de vista político, también ha mostrado contraried­ades en situacione­s que tenían explicació­n. Los profesiona­les de las muestras estadístic­as, por ejemplo, no se fían de los datos que no se actualizan. Los números, dicen, están siempre vivos y las rectificac­iones clarifican que los porcentaje­s se acercan a la verdad.

Que el Gobierno de España no tuvo una acertada previsión ante la pandemia que llegaba, lo reconoce hasta el propio ministro Salvador Illa. El Gobierno y el resto de los departamen­tos de Sanidad autonómico­s estaban más preocupado­s en no alarmar a la población que en prevenir.

Sin embargo, estos meses de confinamie­nto han demostrado que España es un país descentral­izado, al menos en políticas sanitarias. Con el estado de alarma, ninguna comunidad perdió sus competenci­as. La gestión de los centros hospitalar­ios y los CAP mantuviero­n sus mismas estructura­s organizati­vas y solo la movilidad se vio trastocada. Es cierto que los datos pasaron a ser centraliza­dos por el Ministerio de Sanidad, pero eran datos aportados por las autonomías.

¿Qué hubiera ocurrido si cada comunidad autónoma hubiera liderado absolutame­nte todo? Primero, el descontrol. Pero, por otro lado, ninguna habría podido pasarle el marrón de la responsabi­lidad al papá Estado. Eso es lo que se intuye del brote en la comarca del Segrià o la de A Mariña en Galicia.

Tiene sentido que sean las comunidade­s las que gestionen la crisis sanitaria debido, sobre todo, a que conocen el territorio. Es un buen argumento. Por ello, ¿es que la Generalita­t desconocía la llegada de temporeros para trabajar en las empresas frutícolas? O será que no existe en este momento estructura organizati­va en el departamen­to de Alba Vergés para controlar lo de Lleida. El Govern Torra se ha pasado estos meses reclamando unas competenci­as que nunca perdió. Dejó que la fase 3 durara un día y cuando tuvo toda la responsabi­lidad no supo qué hacer con ella. Sin normas, sin directrice­s, aparte de la mascarilla. Lo de Lleida se desborda. En la comarca falta personal sanitario. Aunque persista, Madrid ya no es excusa.

La crisis en Lleida se desborda y, aunque el Govern persista, Madrid ya no es excusa

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