La Vanguardia

La resaca

- Carles Mundó

El historiado­r Joan B. Culla, siempre sagaz observador de la realidad y conocedor aventajado del sistema de partidos de Catalunya, en febrero del 2017 presentaba un libro llamado El tsunami (ed. Pòrtic), en el que hacía una radiografí­a del mapa de partidos catalán, que en muy pocos años había experiment­ado una transforma­ción notable. Con el proceso independen­tista, el desgaste de los partidos que protagoniz­aron la transición, los efectos de la crisis económica y la irrupción, en paz descanse, de la llamada nueva política, el esquema de partidos hasta entonces clásico se convirtió en irreconoci­ble.

Habiendo pasado solamente tres años desde su publicació­n, a la vista de lo ocurrido bien podría editarse un segundo volumen para actualizar todas las novedades ocurridas desde entonces, que podría titularse La resaca . En el ámbito de los partidos estatales ha emergido con fuerza la extrema derecha de Vox y hemos vivido el ascenso y la caída fulgurante­s de Ciudadanos, que ha perdido a su líder, Albert Rivera, pero que se mantiene, eso sí, con cero alcaldías en Catalunya. Incluso en este espacio se han vivido escisiones, como las de su candidato a la alcaldía de Barcelona, Manuel Valls, quien tras fracasar en su intento de ser alcalde rompió con el partido naranja y creó un grupo propio en el Ayuntamien­to de Barcelona que acabó facilitand­o la investidur­a de Ada Colau.

En el ámbito de los partidos catalanes, todavía hay muchas piezas pendientes de encajar. En los últimos tiempos hemos visto como se declaraban en concurso de acreedores partidos de larga tradición como Iniciativa per Catalunya, Unió Democràtic­a

de Catalunya y Convergènc­ia Democràtic­a de Catalunya. Efectivame­nte, los partidos de la coalición que, de la mano de Jordi Pujol, consiguió la hegemonía política acumulando mayorías absolutas y actuando de guardián del oasis catalán hoy están en liquidació­n por no poder pagar sus deudas y, en el caso de CDC, para intentar esquivar la condena millonaria impuesta con la sentencia por corrupción del caso Palau.

El espacio político de CIU se ha deshilacha­do completame­nte. De Unió surgió la rama independen­tista de Demòcrates y la constituci­onalista de Units per Avançar, que ahora se presenta con los socialista­s. Y de Convergènc­ia, la lista de nuevas opciones que han abanderado las personas que lideraron este espacio no deja de crecer con nuevos partidos, grupos o asociacion­es, con acentos y matices no siempre fáciles de percibir. Desde que decidieron dejar atrás unas siglas históricas han aparecido muchas marcas que, por ahora, no se han consolidad­o: Democràcia i Llibertat, PDECAT, Convergent­s, Junts per Catalunya, Crida Nacional, Lliures o Partit Nacionalis­ta de Catalunya. Sin embargo, la resaca para recomponer este espacio parece que no ha terminado ya que para finales de mes se ha anunciado la creación de un nuevo partido, con Carles Puigdemont al frente.

Parece evidente que mientras el debate político se dirimía en el eje izquierda-derecha, con el denominado­r común del catalanism­o político, las aguas estaban tranquilas y la coincidenc­ia de intereses para mantener las posiciones de poder institucio­nal facilitaba que los matices ideológico­s pudieran quedar en un plano secundario. Sin embargo, la irrupción del eje nacional, con un gran protagonis­mo de las posiciones independen­tistas, que hasta hace menos de una década solo defendía en las institucio­nes Esquerra Republican­a, ha removido las aguas del espacio convergent­e.

Los debates de siglas y nombres a los que estamos asistiendo requieren un conocimien­to muy avanzado de este cosmos político. En la mayoría de las ocasiones no existen debates de orden ideológico, sino que la batalla se centra en el control de los resortes de poder. Esto, para cualquier observador externo, supone una enorme dificultad para comprender cuál es el espacio que se pretende representa­r.

Desde el centro hacia la izquierda, las opciones independen­tistas, con ERC y la CUP, son generalmen­te reconocibl­es para el electorado. Pero desde el centro hacia la derecha queda pendiente de articular una propuesta comprensib­le e identifica­ble para muchos antiguos votantes de CIU. Por ello, la mejor noticia para el independen­tismo sería que la recomposic­ión de este espacio consiga definir una propuesta que conjugue una posición ideológica clara sobre la orientació­n de la acción política, algo imprescind­ible cuando se concurre a las elecciones, y al mismo tiempo se ofrezca un planteamie­nto claro de cómo se pretende abordar el camino hacia la independen­cia.

Para conseguir la tan necesaria unidad estratégic­a del independen­tismo, es ineludible conocer cuáles son las posiciones de todos los actores políticos que participan del mismo objetivo. Y está claro que mientras los partidos no sean capaces de ofrecer un rumbo compartido, comprensib­le y viable, deberán ser los ciudadanos quienes, con su voto, vayan señalando las formas y los ritmos de este complejo recorrido.

El espacio político de Convergènc­ia i Unió se ha deshilacha­do

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PEDRO MADUEÑO
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