La Vanguardia

La reencarnac­ión

- Santi Nolla

El triunfo de la selección en Sudáfrica se labró en el interior del vestuario; todos tuvieron un poco de culpa

La selección española perdió el primer partido del Mundial de Sudáfrica ante Suiza y desde los medios de comunicaci­ón de Madrid se empezaron a escuchar las primeras críticas al barcelonis­ta Sergio Busquets, que formaba el doble pivote con Xabi Alonso.

Vicente del Bosque, el selecciona­dor, salió a la palestra y comentó: “A mí me hubiera gustado parecerme a Sergio Busquets como jugador”. También defendió a Xabi Alonso y la fórmula elegida para el centro del campo.

Ahí empezó a ganar el torneo España. El triunfo de la selección en el Mundial de Sudáfrica se labró en el interior del vestuario. Todos tuvieron un poco de culpa, desde los que no estuvieron, como Luis Aragonés, que transportó el fútbol de toque del Barça a la selección aparcando la furia, hasta Andrés Iniesta, capaz de llevar una camiseta de homenaje a Dani Jarque el día de la gran final.

Los éxitos se labran ahí, en ese santuario donde el grupo emerge para ganar en los momentos más difíciles. Por eso la victoria acabó por congregar muchos papeles positivos.

De aquella gesta se recuerda el triunfo y el gol de Iniesta o la parada de Iker Casillas en la gran final, pero pocos se acuerdan de que la selección obtuvo el premio FIFA Fair Play, como selección más limpia del campeonato.

La primera vez que España ganó un Mundial fue la primera vez que se disputaba en África, en la tierra de Mandela, de las vuvuzelas, de los cánticos y los bailes, de los colores y las sonrisas.

Fue un gran homenaje al mejor fútbol, con dos seleccione­s muy parecidas en su esquema futbolísti­co: España y Holanda, herederas del fútbol total que maravilló a Europa en los setenta.

El Mundial de Sudáfrica solamente lo podía ganar una selección abierta, de tiqui-taca, con fútbol ofensivo, que amara la pelota, como la que dibujó Del Bosque, capaz de combinar la triangulac­ión de Sergio Busquets, Xabi Alonso, Xavi e Iniesta, con la potencia de Puyol, Sergio Ramos, Piqué o Capdevila. O la genialidad de Casillas con los goles de David Villa, el buen humor de Reina o la explosivid­ad de Fernando Torres.

Todos tienen una parcela de éxito en aquella victoria porque fue un triunfo colectivo, de un equipo, que entendió después de perder con Suiza que había que reencarnar­se en los más desprotegi­dos. Mientras la prensa de Madrid atizaba a Busquets, el selecciona­dor quería ser como él.

Ahí es donde los grupos se cohesionan. Todo el mundo entendió que Busi necesitaba a Alonso tanto como Xabi al blaugrana y que el objetivo no era ir restando sino sumar entre todos. Del Bosque lo tuvo claro, y Andrés Iniesta lo sublimó con una camiseta histórica, emblema de lo que debe ser realmente el fútbol.

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