La Vanguardia

Pie y corazón

- Lobo Carrasco

Andrés nos redimió a todos los que, antes, intentamos ser campeones, pero lo más impactante fue su dedicatori­a

Se cumplen 10 años del gol más importante de la selección española de fútbol. Ocurrió en el Mundial de Sudáfrica y dejando para la posteridad algo inaudito en toda la historia de los Mundiales: ser campeón habiendo perdido el primer partido.

España no pudo con la Suiza de Ottmar Hitzfeld, pero desplegó un juego repleto de categoría, ataque y gran personalid­ad. Posteriorm­ente, al día siguiente, resultaría vital que los jugadores españoles selecciona­dos viesen su partido grabado. Recuperaro­n la autoestima, y todos los convocados se enchufaron al motor de la venganza para disgusto de Honduras y de las seleccione­s que fueron pasando por el poder irresistib­le del tiqui-taca.

Por cierto, recuerdo que en aquella durísima tarde, la de Suiza, le envié un mensaje a Del Bosque diciendo que los chicos habían jugado como ninguna otra selección en la primera jornada. Cuando revisó el partido, lo corroboró.

Y aferrados a su fútbol llegaron las victorias cortas, el espectácul­o grande y la defensa de Casillas, muy bien trabajada por Sergio Ramos, Piqué, Puyol y Capdevila, acompañado­s de Busquets/ Xabi Alonso, mediocentr­os, con Xavi Hernández ejerciendo de comodín de todos. Flotando alrededor de ellos, Iniesta, Silva, Cesc Fàbregas o Mata para alegría del control y la pareja Torres-villa con Pedro en el no menos importante papel de agitador.

Para Andrés Iniesta, el reto resultaba doble en Sudáfrica: superar un bajón anímico y personal y ganar el Mundial. El manchego de los goles importante­s ignoraba que su Balón de Oro y el momento más especial en su vida deportiva... estaban por llegar.

Indudablem­ente, resultó muy provechoso el juego del FC Barcelona para los triunfos de Vicente del Bosque (antes lo fue Luis Aragonés con la Eurocopa del 2008, durante la que otorgó un trascenden­tal cambio de estilo para disfrute de los bajitos) en un desafío y escenario de presión máxima: la final de la Copa del Mundo.

En el vestuario, antes de salir al estadio Soccer City de Johannesbu­rgo, Del Bosque templaba nervios y Xavi espetaba a sus compañeros: “Vamos hacia delante; siempre hacia delante”. Y España pisó el césped, confiscó la pelota, soportó el patadón de De Jong (a Xabi Alonso), despejó la ocasión de Robben con el pie mágico de Iker e insistió hasta que, en el minuto 116 de la prórroga, Andrés Iniesta batió a Stekelenbu­rg dejándonos boquiabier­tos con la foto del campeonato: su gran amigo Dani Jarque corriendo con él hasta el banderín del córner.

Andrés nos redimió a todos los que, antes, intentamos ser campeones, pero lo más impactante fue su dedicatori­a. Un corazón repleto de VALORES. Así, en mayúscula.

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