La Vanguardia

Más nacionalis­mo pragmático

- Lola García

Dos mensajes que arrojan las elecciones gallegas y vascas: la apuesta por la estabilida­d y el crecimient­o del nacionalis­mo. Y, en este caso, podría decirse que ambas facetas van de la mano. ¿Tiene esa conclusión alguna lectura de cara a las elecciones catalanas? Veamos:

Este era el primer test electoral pasado lo más duro de la pandemia. La participac­ión era importante para Alberto Núñez Feijóo en Galicia porque el temor a contraer el virus podía inducir a quedarse en casa, pero lo relevante no es esa aprensión concreta a desplazars­e hasta el lugar de votación, sino un miedo más difuso, el que provoca una epidemia que obliga a confinamie­ntos y destroza la economía y el futuro. Estas elecciones calibran en qué medida la vulnerabil­idad vital que provoca la irrupción del virus influye en el comportami­ento electoral.

La aparente inmovilida­d del cuadro político en el País Vasco y Galicia sugiere que el votante, en momentos de zozobra, elige opciones conocidas y contrastad­as. Lo viene haciendo desde hace 40 años (con algunos paréntesis) y ahora no iba a correr riesgos. Es decir, la epidemia no ha provocado un deseo de cambio radical, sino más bien un efecto refugio. Tanto el PP gallego como el PNV han gestionado durante mucho tiempo y el votante mantiene la percepción de que, con ellos en el poder, no va a sufrir sorpresas.

Los aparentes sobresalto­s se han producido en el ámbito de la izquierda nacionalis­ta o independen­tista, que ha sido premiada por los electores de la oposición. Tanto EH Bildu como el BNG obtienen unos magníficos resultados. El voto que en su día se fugó a Podemos ha vuelto también a su cobijo. Es una opción contra el poder, pero también una elección segura para vascos y gallegos, sin experiment­os, que en el caso de En Marea, por ejemplo, solo han aportado un lamentable espectácul­o de peleas internas.

La otra conclusión de estas elecciones es precisamen­te la subida del nacionalis­mo y el independen­tismo. Pero siempre matizado desde una visión pragmática de la política, a diferencia de lo ocurrido en los últimos años en Catalunya. Incluso Feijóo es concebido como líder del PP gallego y no, como en el caso de Carlos Iturgaiz, un apéndice de la sede central de Génova. Sin duda, el

PNV representa la defensa de la patria vasca. Pero Iñigo Urkullu es exponente de su versión más pragmática, el ejemplo más claro de la máxima peneuvista de nadar y guardar la ropa. El lehendakar­i practica un equilibrio entre la aspiración a la independen­cia y la gestión de la autonomía combinada con la influencia allá donde se cuece el futuro. Ese es su éxito. Más en tiempos de incertidum­bre.

Pero el opulento resultado de la izquierda abertzale también se debe al mismo fenómeno. Su crecimient­o se ha producido sin que apenas se hablara de independen­cia durante la campaña y, paradójica­mente, impulsará a EH Bildu más lejos de Arnaldo Otegi y de todo lo que él representa. Pese a las reticencia­s a la hora de sancionar de forma contundent­e su pasado, EH Bildu ha ascendido gracias a

Las elecciones vascas y gallegas reflejan más apego por lo seguro y más defensa de la patria, pero práctica

una estrategia que prioriza la reivindica­ción social a la independen­cia, aunque no olvide esa meta. Estas son las elecciones que marcan la normalizac­ión política de la izquierda abertzale y eso, sin duda, tendrá consecuenc­ias en el Congreso de los Diputados, donde hace ya meses que se esfuerza por practicar un nacionalis­mo pragmático de izquierdas.

Y, por último, la pregunta que hacíamos al principio. ¿Tiene una lectura todo ello en Catalunya? Para responder habría que saber qué formación representa ahora en Catalunya la estabilida­d, es decir, la garantía de una gestión razonable de lo público en una época difícil, y una defensa pragmática de los intereses de su comunidad sin renunciar a las propias ideas. ERC aún tiene que demostrar lo primero en un momento crítico de la pospandemi­a y pretende lo segundo con muchas dificultad­es. Y Jxcat ha decidido que de Convergènc­ia no debe quedar ni su recuerdo. Aunque quizá no se puedan extraer conclusion­es para Catalunya.

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VINCENT WEST / REUTERS Iñigo Urkullu y Andoni Ortuzar celebraron el triunfo del PNV, con tres escaños más que en las anteriores elecciones
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