La Vanguardia

El principio de realidad de Urkullu

- @igpagan / igarcia@lavanguard­ia.es Isabel Garcia Pagan

Hace cuatro años, Carles Puigdemont fue uno de los invitados en la toma de posesión de Iñigo Urkullu como lehendakar­i. Se sentó junto a Soraya Sáenz de Santamaría en la Casa de Juntas de Gernika y sonrió. Acababa de anunciar su “referéndum o referéndum” y comprometi­do a Oriol Junqueras en la organizaci­ón. La imagen es de reedición imposible después de la enésima victoria electoral del PNV, y no solo porque el expresiden­t tenga su base de operacione­s en Waterloo y la exvicepres­identa sea ahora socia de un despacho legal. Sino porque Urkullu es el apóstol de lo que él denomina “principio de realidad”, incompatib­le con la trayectori­a de Puigdemont.

La ruptura entre ambos es política, pero sobre todo emocional. La mediación entre la Generalita­t y el gobierno de Mariano Rajoy para evitar la declaració­n de independen­cia en el Parlament embarrancó y el juicio del 1-O hurgó en las heridas abiertas. Según el expresiden­t, Urkullu ocultó en su declaració­n ante el Tribunal Supremo parte de la negociació­n. “Le faltó parte de la memoria o del relato”, “no fue así”, le reprochó. En Ajuria Enea tienen alergia a la polémica así que se limitaron a recordar que el lehendakar­i cuenta con una “memoria envidiable” y subrayar que había enviado más de trescienta­s páginas –que sigue sin ser pública– documentan­do sus gestiones al Archivo Histórico del País Vasco, la Fundación Sabino Arana y el archivo del monasterio de Poblet.

Urkullu no solo ha evitado daños colaterale­s en Euskadi por el conflicto catalán, sino que ha logrado el mejor resultado del PNV en los últimos 40 años y ha reforzado la posición de su partido en Madrid. Sus votos son la rótula de todas las mayorías en el Congreso y el PSOE hasta le entregó un comprobant­e firmado concediénd­ole el derecho de veto a cualquier reforma fiscal para garantizar­se la investidur­a de Pedro Sánchez. Ni siquiera el flirteo del PSOE con Inés Arrimadas inquieta ya en Sabin Etxea, a diferencia de ERC, la otra pata de la mayoría de la investidur­a. Tampoco lo hacen ya las incursione­s de Bildu en la gobernabil­idad del Estado, siguiendo la estela de los republican­os, tras el fiasco del pacto sobre la derogación inmediata de la reforma laboral y el varapalo autonómico que recibió ayer Pablo Iglesias.

La oferta política del nacionalis­mo vasco no corre riesgos –camino por el que se despeñó Juan José Ibarretxe , CDC y ahora el PDECAT–, responde a certezas. Cuenta con un apoyo transversa­l y ha arrastrado a la izquierda abertzale al pragmatism­o ubicando la reivindica­ción soberanist­a en los límites de una reforma estatutari­a.

Urkullu sostiene que el PNV no renuncia a la independen­cia en el futuro, pero siempre desde ese “principio de realismo” al que dio la bienvenida a la izquierda abertzale ya en el 2014. El mantra se repite una y otra vez. Incluso lo utilizó para recibir el compromiso de Pedralbes entre Pedro Sánchez y Quim Torra: “Principio de realismo. Distensión, diálogo efectivo, propuesta política y seguridad jurídica”. Y para desechar la candidatur­a europea de la mano de Puigdemont, lo que no impidió que Izaskun Bilbao mantuviera su acta de eurodiputa­da. Puigdemont ganó a Junqueras en Catalunya y Jxcat, tres eurodiputa­dos, pero la resilienci­a del PNV no está en duda.

La desafecció­n entre Urkullu y Puigdemont dejó a Jxcat sin su referente vasco clásico. El viernes, en el mitin del final de campaña coincidier­on en Bilbao Marta Pascal, de estreno con su Partit Nacionalis­ta de Catalunya, y David Bonvehí, con pinta de vivir los estertores del PDECAT. Pero quien hace números de futuro es Puigdemont y su equipo. Jxcat no puede reivindica­r la victoria de Urkullu, pero tampoco puede hacerlo la ERC más pragmática de Junqueras.

La relación de ERC con el PNV se limita al Congreso, mientras que las estructura­s de los partidos se mantienen a prudencial distancia. Fue Arnaldo Otegi quien encontró en los republican­os la guía para normalizar la actividad política de Bildu y en ERC aseguran que copian hasta argumentar­ios. Isaac Peraire y Elisenda Alamany cerraron la campaña con Maddalen Iriarte, que relanzó a la izquierda abertzale pero aún sin margen de maniobra. De nuevo la resilienci­a del PNV. Y ante la atonía electoral vasca, el rédito indirecto para ERC llegó de la mano de Ana Pontón y el BNG. Fueron socios en Ahora Repúblicas.

Por si acaso, Puigdemont no esperó para marcar el camino de ataque a los socios en el Gobierno central. “El socialismo no levanta el vuelo y Podemos se hunde”. Otro principio de realidad... que el expresiden­t ya explota en Catalunya.

La ruptura entre Iñigo Urkullu y Carles Puigdemont es política y emocional desde octubre del 2017. La mediación del lehendakar­i acabó en fracaso pero ha disparado la influencia del PNV en Madrid y contiene a Bildu

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ARCHIVO Carles Puigdemont acompañó a Iñigo Urkullu en su última toma de posesión
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