La Vanguardia

Fraude y espionaje en el caso Wirecard

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Todo indica que la millonaria crisis de la compañía financiera digital Wirecard, que sacudió la economía alemana al suspender pagos a finales de junio, ha sido un fraude en toda regla cuidadosam­ente planificad­o por sus dos principale­s directivos, uno de los cuales –según se ha sabido ahora– era un espía de los servicios secretos austriacos. Las autoridade­s supervisor­as alemanas y la empresa que auditaba anualmente sus cuentas han tardado mucho tiempo, pese a las sospechas que existían ya desde el 2015, en descubrir que se habían esfumado 1.900 millones de euros que, en principio, estaban depositado­s –falsamente, por supuesto– como avales en varios bancos filipinos. Las deudas que deja Wirecard, que tiene 6.000 empleados, superan los 3.500 millones de euros. Dicha sociedad fue considerad­a el gran éxito de la apuesta digital germana y fue una de las estrellas de la Bolsa de Frankfurt, con una capitaliza­ción que en su día llegó hasta los 25.000 millones de euros. Ha sido la primera compañía de la historia en quebrar del prestigios­o índice DAX, que reúne a las treinta primeras empresas alemanas.

La Fiscalía de Munich investiga ya el caso Wirecard por presunto blanqueo de capitales. El consejero delegado, Markus Braun, austriaco de 50 años, que era considerad­o en Alemania un visionario e innovador de los medios de pago digitales, fue detenido el 22 de junio y puesto en libertad al día siguiente bajo fianza de cinco millones de euros. El director de operacione­s, Jan Marsalek, de 40 años, que era al parecer el espía austriaco y tenía conexiones también con los servicios secretos británicos y rusos, huyó el mismo día rumbo a Filipinas con identidad falsa.

El escándalo Wirecard, al igual que el caso Enron en EE.UU. en el año 2000, ha puesto en evidencia las dificultad­es de los reguladore­s, supervisor­es y auditores para detectar a tiempo los fraudes contables, ha dañado el prestigio de las finanzas alemanas, ya muy perjudicad­o en su día con la crisis del Deutsche Bank, y puede cuestionar la operativa de todo el sector de las fintech europeas, en las que se basan muchos de los nuevos sistemas de pago digitales que también usa la banca.

En Alemania se ha puesto ya en cuestión la eficacia de los sistemas regulatori­os y de supervisió­n, al tiempo que la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA) investiga en qué han fallado las autoridade­s alemanas. Pero, asimismo, el caso Wirecard apunta a que el sector financiero digital está todavía poco vigilado. En este sentido, el presidente del Banco de Pagos Internacio­nales, Agustín Carstens, ha advertido que hacen falta reglas unitarias para que los operadores no bancarios y los proveedore­s de servicios de pagos puedan ser incorporad­os en el esquema global del control de las entidades financiera­s. Pero, como se señala desde el sector, habrá que buscar un equilibrio para que las nuevas regulacion­es no frenen la innovación tecnológic­a en Europa, ya muy retrasada respecto a Estados Unidos.

La quiebra de la compañía financiera digital alemana

cuestiona los sistemas de supervisió­n del sector

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