La Vanguardia

Francia no teme al feminismo

- Joaquín Luna

Solo hay una democracia en el mundo capaz hoy en día de nombrar ministro –¡y de Interior!– a un tipo acusado en su día de un delito sexual (que la justicia desestimas­e la acusación suele ser lo de menos): la República Francesa.

Aquí, Gérald Darmanin no habría sido aceptado ni para el cargo honorífico de presidente de la comunidad de vecinos...

No estamos ante el Gobierno más ilustre de la V República, esa joya de ingeniería política de De Gaulle que aquí–de nuevo– muchos tontos impugnaría­n con el bendito argumento de que no la votaron o incluso de que no habían nacido en 1958. Más bien parece un gobierno de ir tirando en el año que le queda a Emmanuel Macron en el Elíseo...

La justicia francesa ya desestimó por infundada la demanda de una ciudadana presentada en el 2017 sobre una presunta violación cometida en el 2009 cuando acudió al bufete del hoy ministro de Interior. De ahí, la vigorosa defensa del nombramien­to hecha por el primer ministro, Jean Castex, en la televisión de la cadena BFM: “Ante todo, y como todo el mundo, tiene derecho a la presunción de inocencia”. El tono es conmovedor. Cuesta y mucho que dirigentes políticos expresen conviccion­es cuando se trata de asuntos susceptibl­es de irritar a las organizaci­ones feministas...

La justicia ha reabierto la investigac­ión y solo ella determinar­á si Darmanin, de 37 años, el más joven ministro de Interior de la V República, es culpable. Porque, de entrada, es inocente, un recordator­io absurdo pero oportuno a la vista de la facilidad con la que muchos hombres públicos arden en la pira antes de tiempo (Woody Allen o Morgan Freeman, por ejemplo, o en España el exministro canario López Aguilar, absuelto de “malos tratos” a su exesposa).

Lo bueno de Francia es que no se le pueden endilgar lecciones sobre feminismo. Las francesas son feministas, incluso las que no lo son ni actúan como tales. Es posible que los rankings no la sitúen como la sociedad más igualitari­a, pero a poco que se conozca Francia percibes la naturalida­d con la que sigue abordando, desde el sexo hasta el mundo profesiona­l, la relación –me atrevo a decir que enriqueced­ora y placentera para todos– entre hombres y mujeres.

Cuando el primer ministro Jean Castex defiende la presunción de inocencia, gana la República. Y un país seguro de sí mismo, sin complejos ni dobles morales.

Francia es la única democracia que osa hacer ministro a un tipo

absuelto de violación

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