La Vanguardia

Para qué ponerse una máscara

“Si quieres un amante haré lo que me pidas y si quieres otro tipo de amor me pondré una máscara por ti…”

- Màrius Serra

Las canciones de Leonard Cohen figuran entre las que, en una carpeta privada, podría etiquetar como “músicas de trabajo”. Hago un uso muy variado, según qué trabajo haga (crucigrama­s, artículos, pasar a limpio las ficciones que escribo a bolígrafo, traducción...), pero la golden voice de Cohen encaja en casi todas las categorías. No estoy seguro de que eso sea bueno, pero a mí Cohen me gusta casi siempre. Esta semana, en la enésima audición de la canción que da nombre a su álbum I’m your man topé con un verso que me provocó una punzada de las que acaban en columna. Es el cuarto verso de la canción y también el que la cierra porque repite la primera estrofa al final: “If you want a lover / I’ll do anything you ask me to / and if you want another kind of love / I’ll wear a mask for you...”. Es una canción de amor incondicio­nal cantada con una voz que enamoraría a un mineral y todos los versos son jugosos, pero el que ahora llama la atención es el último, por la nueva referencia­lidad que adquiere la palabra mask, máscara (o mascarilla). La estrofa en cuestión viene a decir: “Si quieres un amante haré lo que me pidas y si quieres otro tipo de amor me pondré una máscara por ti...”. La ambigüedad es un valor intrínseco de la poesía, y Cohen era un poeta probableme­nte más merecedor del Nobel de Literatura que Dylan. En este mismo disco dejó unos versos coreadísim­os que permiten más interpreta­ciones que los evangelios: “First we take Manhattan, then we take Berlin”. Ya me dirán a qué viene tanta metáfora geográfica. Hay gente que se pone muy nerviosa cuando irrumpe la ambigüedad (o la posibilida­d de cambio) porque les gustaría tenerlo siempre todo controlado. Son los mismos que se enfurecen cuando hay repentinas alteracion­es de planes. Parten de la base que es el mundo el que tiene que adaptarse a sus deseos.

En todo caso, la pandemia tiñe el sentido de “llevar una máscara por alguien” porque, digan lo que digan desde Procicat, muchísima gente no la luciría si no fuese por algún ser querido que pertenece a la llamada población de riesgo. Es muy difícil que cuando Cohen escribió la letra llegase a imaginar este sentido específico, pero la deriva semántica es inherente al lenguaje verbal y, de hecho, es la razón de ser de la literatura. Antes de tener que ir por el mundo con la cara tapada, el verso de Cohen me parecía un ornamento retórico. ¿Por qué se debería poner máscara un amante? ¿Para mostrar su sumisión? ¿Para ejecutar una fantasía sexual? ¿Para no hacer quedar mal a su pareja según donde? ¿Tal vez porque la convivenci­a exige una dosis de hipocresía?

La máscara es un elemento recurrente en la historia de la cultura. Una mascarada puede ser un tipo de farsa ficticia o bien un desfile de personas disfrazada­s como en los carnavales. Hay gente que puede asociar la cara cubierta con la impunidad, otros a la criminalid­ad. Ahora, con Cohen, sabemos que también la podemos asociar al amor.

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