La Vanguardia

Fuera del museo

- Juan Bufill

Difundir mensajes verbales en el cielo es una posibilida­d que en los años sesenta del siglo XX explotaron algunos publicista­s que pasearon avionetas abanderada­s por las muy pobladas playas del boom turístico. Así anunciaban cremas bronceador­as. Con mayor ambición humanístic­a, en los años ochenta Raúl Zurita escribió sobre el cielo de Nueva York: el humo de un avión trazaba fragmentos de poemas, sin duda más visibles allí que en un libro cerrado.

En el contexto de la modernidad y del arte contemporá­neo, han sido las guerras y otros desastres evitables y asuntos indignante­s los que han movilizado la intervenci­ón de los artistas. Permanecen en la memoria colectiva obras como el Gernika de Picasso y el Aidez l’espagne

de Joan Miró, que denunciaba­n la barbarie fascista y pedían socorro a unos gobiernos democrátic­os europeos que no hicieron casi nada hasta que tuvieron a los imperialis­tas nazis en su casa o en la ruina de su casa.

En ciertas situacione­s hay autores que se sienten moralmente obligados a intervenir contra lo peor. Paul Éluard, por ejemplo, escribió uno de sus poemas más celebrados, Liberté, para dar fuerza moral a la Resistenci­a francesa contra los nazis. En otro contexto, son memorables algunas canciones orgullosam­ente antirracis­tas de Nina Simone, o también su lúcida y plenamente liberada Ain’t Got No, I Got Life (No tengo, tengo la vida).

En 1962, después de que el imperio soviético construyer­a el muro de Berlín para evitar la fuga hacia los países occidental­es, fue un artista de origen búlgaro quien protestó en el espacio público, fuera del museo y de las galerías. El recienteme­nte fallecido Christo interrumpi­ó entonces una calle de París, levantando un muro de bidones, Wall of barrels. Iron Curtain. Mayor repercusió­n mediática –y con menos esfuerzo– obtuvieron John Lennon y Yoko Ono en 1969, cuando convirtier­on su luna de miel en un acto de protesta contra la guerra de Vietnam. Primero en un hotel de Ámsterdam y luego en Montreal, durante bastantes días recibieron a la prensa y a los amigos en la cama, desnudos bajo las sábanas, con lemas como War is over, if you want it (La guerra se ha acabado, si tú quieres).

En los años ochenta las causas movilizado­ras fueron la discrimina­ción contra los afectados por el sida (hoy podemos ver frente al Macba una obra de Keith Haring sobre este tema) y contra la mujer. En 1985 las neoyorquin­as anónimas Guerrilla Girls denunciaro­n con carteles y acciones, y enmascarad­as con rostro de gorila –en inglés esta palabra suena parecida a guerrilla– la discrimina­ción antifemeni­na de museos como el Metropolit­an.

A veces han sido otros los medios de reivindica­ción y protesta: la música, el cómic –el fanzine de Max Nosotros somos los muertos, contra el genocidio en la ex-yugoslavia–, el cine, el graffiti, y sobre todo la fotografía. Especialme­nte los fotoperiod­istas han testimonia­do y denunciado la tragedia de los refugiados: los escombros, los naufragios, las alambradas. El arte no se encuentra solamente en los museos.

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