La Vanguardia

Como reencontra­rse con un viejo amor

Después de cuatro meses de ausencia, la National Gallery es el primero de los museos británicos que abren sus puertas

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

La National Gallery es la niña bonita de los museos públicos británicos, la que más fondos recibe del Estado y la que tiene mecenas más generosos, de manera que no ha tenido que recurrir a expediente­s de regulación de empleo temporales durante la pandemia, y ha podido seguir pagando a la totalidad de su personal. Cuando ha sonado la trompeta para volver a abrir las puertas, todo estaba listo, a los cuadros se les había quitado el polvo, y por eso ha sido la primera en entrar en acción.

Volver a poner el pie en el museo después de ciento treinta días de abstinenci­a es como reencontra­r un viejo amor, familiar pero al mismo tiempo un descubrimi­ento. Más aún teniendo en cuenta que la galería más visitada del país después de la Tate Modern –casi seis millones de personas al año– se ha hecho una serie de retoques para adaptarse a las nuevas circunstan­cias, que no llegan a ser una cirugía estética pero sí le han dado un nuevo look: un sentido de dirección única para admirar las obras, tres rutas recomendad­as (aunque nade ni nadie impide que se alteren) y una sala 32 totalmente reformada, más luminosa que nunca, con los suelos y el techo nuevos de trinca, que ha sido nombrada en honor de Julia y Hans Rausing, los patrocinad­ores que se han hecho cargo de la factura. Llevaba cerrada por obras desde enero del 2019, y ahora los Caravaggio­s y la Europa de Guido Reni lucen más deslumbran­tes que nunca.

“Estoy muy orgulloso de haber sido los primeros en abrir, es un momento muy feliz, un paso importante hacia la normalidad -dice su director, Gabriele Finaldi-. La cultura es muy importante para la salud mental de la población, y la gente está ávida de buenas noticias y de poder volver al museo”. Visitar la National Gallery, en cualquier caso, es diferente que antes y un poco más complicado, lo mismo que ir al pub. La posibilida­d de improvisar se ha terminado, y uno ha de reservar una hora por internet, y por lo menos comenzar las visitas por una de las tres rutas establecid­as, indicadas con flechas en el suelo. Se mantiene la distancia social de por lo menos dos metros entre personas, nada de las antiguas aglomeraci­ones para ver un cuadro impresioni­sta. El uso de la mascarilla es recomendad­o pero no obligatori­o. Nadie pone una multa si alguien decide no llevarla, pero en la tienda se venden unas con los girasoles de Van Gogh. Si uno quiere un mapa para localizar sus obras favoritas, ha de imprimirlo en su casa.

La ruta A comienza en el ala Sainsbury del museo (el anexo) e introduce de súbito al visitante en las postrimerí­as del siglo XIV, poniéndolo delante del Wilton Diptych. una rarísima obra religiosa de finales de la Edad Media encargada por el rey Ricardo II y consistent­e en dos paneles pintados por ambos lados. A partir de ahí, un salto a los Leonardo da Vinci y los Piero della Francesca, pero sin los Uccello y los Boticelli, a los que la pandemia pilló

Faltan los Boticelli y Uccello, atrapados en Japón por la pandemia, pero hay varios Rubens que han sido prestados

de viaje en Japón y no han podido todavía regresar, lo mismo que los Girasoles de Van Gogh.

La Ruta B (cada una está pensada para que dure media hora, pero no hay nadie con un cronómetro y un silbato metiendo prisa) es un recorrido por las salas flamencas de la National, y en seguida llama la atención el monumental retrato de Carlos I a caballo obra de Van Dyck, sacado a la luz después de dos años de restauraci­ón, y que prácticame­nte ocupa todo el espacio entre el suelo y el techo. La ausencia de las obras atascadas en el Pacífico se compensa con la presencia provisiona­l de los cuadros de Rubens que habitualme­nte ocupan las paredes de la Galería Courtauld, que se encuentra cerrada y las ha prestado. Más adelante están los Turner y Constable, los Hogarth y Reynolds, y la sala Gainsborou­gh, con el famoso retrato de las dos hijas del artista.

La tercera ruta consiste en una visita a Tiziano: Amor, deseo, muerte, la exposición que acaba de inaugurars­e cuando estalló la pandemia en el Reino Unido y sólo permaneció abierta unos días hasta que el país entró en confinamie­nto. Consiste en siete grandes sensuales cuadros mitológico­s en los que los dioses y diosas se comportan sin ningún tipo de inhibicion­es, pintados por el maestro renacentis­ta para Felipe II entre 1550 y 1560 y que se pueden admirar juntos por primera vez en más de cuatrocien­tos años. Un reencuentr­o en toda regla, como el de los londinense­s con una de sus galerías favoritas.

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DYLAN MARTINEZ / REUTERS Seguridad. Una visitante con mascarilla ante La ejecución de Lady Jane Grey
 ?? NATIONAL GALLERY ?? Exposición de Tiziano. Diana y Acteón, una de las obras de la muestra.
NATIONAL GALLERY Exposición de Tiziano. Diana y Acteón, una de las obras de la muestra.

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