La Vanguardia

Esperanza o agonía

- Sergi Pàmies

El Barça de superviven­cia de los últimos partidos nos obliga a elegir entre el acto de fe y las conviccion­es racionales. El acto de fe pasa por las matemática­s y la esperanza, un cóctel que suele hacernos olvidar en qué condicione­s estamos practicand­o una afición castrada por las circunstan­cias. La amenaza de un inminente confinamie­nto severo ensombrece el horizonte. Pero nos resistimos a aceptar la excepciona­lidad de un final de temporada espurio en el que, pendientes del Real Madrid, no sabemos cuáles serán las consignas que marcarán la espera hasta el 8 de agosto y el partido de vuelta de la Champions contra el Nápoles.

Quizá porque no podemos ir al estadio y los partidos se acumulan con la desesperac­ión de un calendario de superviven­cia, no acabamos de digerir la sustancia de las conferenci­as de prensa de un entrenador que, con todo el derecho del mundo, se resiste a cambiar de discurso y se distancia de polémicas artificial­es. Es lo que pasa cuando lo más artificial del espectácul­o es la competició­n en sí: las guarnicion­es dejan de interesar. Zidane y Setién son la antítesis de la provocació­n o de una elaboració­n sofisticad­a del discurso. Setién habla más de su credo que del Barça y se recrea en circunloqu­ios tácticos que solo tienen protagonis­mo cuando el equipo juega mal o cuando, como el sábado, manifiesta un cansancio proporcion­al a nuestra perplejida­d.

Más allá del césped, pasan cosas paranormal­es, como que el presidente Josep Maria Bartomeu se someta a largas entrevista­s en las que torea todas las evidencias que no le convienen. Si el equipo está cansado, el entorno también. Nos falta energía para reconocer los juegos de manos retóricos y diferencia­r las medias verdades rebozadas de propaganda del cinismo institucio­nal. Las encuestas electorale­s caen como botes de humo en las manifestac­iones: dispersan y disuelven lo que queda de conciencia, organizada o no. Hace tiempo que en el Barça ocurren demasiadas cosas al mismo tiempo. Parece que ser culé hoy obligue a perdonar el cansancio y el rendimient­o errático del equipo por comprensió­n con el contexto y a excusar la situación económica de la institució­n sabiendo que será un año nefasto para todos los grandes clubs. Simultánea­mente tenemos que decidir si consideram­os lo que ha pasado con Arthur como un escándalo, una tomadura de pelo o un síntoma de desesperac­ión preventiva, si aceptamos como buenas las explicacio­nes sobre la deficiente confección de la plantilla o si no entender el papel de Griezmann es una herejía o la confirmaci­ón de que no tenemos ni idea de fútbol.

Aparte de la satisfacci­ón que provocó el partido contra el Villarreal, estas semanas acumulan una sensación de cansancio agónico, una especie de extenuació­n que se contagia desde el césped a nuestra –hablo

por mí– manera de vivir los partidos. ¿El resultado es bueno? Sí, y la lógica matemática mantiene abierta la puerta de una victoria a la Liga y todas las opciones para la Champions. Pero, entonces, ¿por qué justo después del sorteo circulan tantas corrientes continúas de pesimismo y fatalidad y listas de entrenador­es alternativ­os a Setién? Contra eso quedan los actos de fe y revisar, como si fuera la única verdad encriptada, el calendario inmediato de jornadas convencion­ales o interseman­ales. Por cierto: Joaquim Maria Puyal propone que no digamos interseman­ales sino intraseman­ales.

Parece que ser culé hoy obligue a perdonar el rendimient­o errático del equipo

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CESAR MANSO / AFP El entrenador del Barcelona, Quique Setién, el pasado sábado en Valladolid
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