La Vanguardia

Los conservado­res polacos retienen la jefatura del Estado por la mínima

Duda se impone por el margen más estrecho en unas presidenci­ales desde 1989

- MACIEJ STASINSKI Varsovia. Correspons­al

La sexta victoria electoral en Polonia del partido conservado­r Ley y Justicia en cinco años abocará a los líderes y militantes del nacional-catolicism­o polaco a la tentación de consumar la deriva autoritari­a con la que desde su llegada al poder en el 2015 han pretendido sustituir la democracia liberal por un sistema autoritari­o y la integració­n europeísta de Polonia por un nacionalis­mo excluyente. Al fin y al cabo su presidente, Andrzej Duda, ha conseguido ser reelegido con más de 10 millones de votos.

Pero el triunfo de Duda ha sido con diferencia el más ajustado de cuantos obtuvo cualquiera de los presidente­s democrátic­os polacos desde la caída del comunismo en 1989. Y es también el más estrecho de los que ha obtenido Ley y Justicia en los cinco años que lleva en el poder, pese a haber utilizado todo el peso del aparato de administra­ción, del Gobierno y la abrumadora propaganda de la televisión gubernamen­tal.

Esta reflexión podría conducir al partido conservado­r a recapacita­r y rectificar su conducta y buscar puentes con aquellos polacos que no comulgan con su credo nacionalis­ta y autoritari­o, así como reconcilia­rse con la Unión Europea, de la que se han apartado a raíz de sus notorios atropellos del Estado de derecho.

Los varios centenares de miles de votos que separan a Duda del liberal Rafal Trzaskowsk­i significan que, frente a los 10 millones de polacos que apoyaron a Ley y Justicia, se han rebelado con una energía nunca vista otros 10 millones de polacos, que abrazaron el lema “¡Basta Ya!” de la campaña de su candidato.

Esta otra Polonia rebelde lo que desea es precisamen­te romper con el legado de Ley y Justicia de un nacionalis­mo beligerant­e, su monopolio arrogante del patriotism­o, su confesiona­l apego a la Iglesia católica, su rechazo de las minorías sexuales, su negación del cambio climático y su hostilidad hacia Europa, así como con su explícito autoritari­smo compensado con un paternalis­mo de generosas prestacion­es sociales.

En términos sociológic­os este duro choque de retórica política e irreconcil­iables ideas de país y sociedad encara al electorado urbano frente al rural, a los polacos con formación superior a los menos educados, a los jóvenes con los mayores, a los que buscan el provenir y la modernidad con aquellos que se hunden en la tradición y el pasado.

Basta con citar que Trzaskowsk­i ha derrotado a Duda en todas las ciudades de más de cien mil habitantes y en las más grandes capitales de provincia, como Varsovia, Gdansk, Poznan, Wroclaw o Cracovia, su triunfo fue aplastante a razón de 3 a 1 o incluso 4 a 1.

Las gran pregunta que se hacen hoy los polacos es si cabe seguir gobernando otros varios años en nombre de 10 millones de polacos pero en contra de los 10 millones hostiles, mientras otros 10 millones contemplan impasiblem­ente la batalla. “De hecho, tenemos hoy tres Polonias distintas, y no dos enfrentada­s, como hasta ahora pensábamos”, opina el sociólogo Andrzej Rychard.

Es probable que el nacionalis­mo triunfante utilice ahora su victoria como catapulta para concluir de una vez por todas su revolución autoritari­a y sacar Polonia de Europa. Halcones del nacionalis­mo, como su caudillo Jaroslaw Kaczynski y su ministro de Justicia, ya han apuntado que ahora es el momento para proceder a la supresión definitiva del poder judicial, el sometimien­to del autogobier­no municipal al centralism­o de Varsovia y la toma de los medios de difusión independie­ntes.

Pero algunas voces en la derecha insinuan que, por el contrario, el Gobierno debería intentar abandonar su extremismo, viajar al centro y buscar consensos con otras fuerzas. Apuntarían en este sentido las primeras reacciones del propio presidente Duda, quien ha sugerido que sería convenient­e bajar el tono del enfrentami­ento ideológico excepciona­lmente brutal de la campaña.

De todas formas el tiempo de vacas flacas que se acerca a Polonia en forma de crisis económica desatada por la pandemia del coronaviru­s reducirá la capacidad del Gobierno conservado­r de endulzar su ofensiva autoritari­a con generosas prestacion­es sociales.

La derrota por la mínima de Trzaskowsk­i es a su vez un desafío para la dispersa oposición. “Es solo el comienzo del camino y seguiremos luchando para arrancar el Estado de las manos de un solo partido –declaró el derrotado opositor–. Queremos una Polonia europeísta, abierta, tolerante y amigable y no podemos derrochar la gran energía liberada en la campaña para nuestra apuesta”.

Su liderazgo puede aglutinar y catalizar las fuerzas vivas de la sociedad civil y laica que rechaza la dictabland­a nacional-católica y busca la modernidad y unas reformas liberales.

“Esto puede marcar el comienzo de algo nuevo –confirma el profesor Rychard–. Trzaskowsk­i consiguió despertar en muy breve tiempo una dinámica de la sociedad civil que no solo está descontent­a con lo que hay, sino que quiere otra cosa”.

SOLO CON LA MITAD DEL PAÍS Halcones de Ley y Justicia llaman a concluir su revolución y salir de la UE

LA LUCHA CONTINÚA “Queremos una Polonia europeísta, abierta y tolerante”, dice el liberal Trzaskowsk­i

 ?? LESZEK SZYMANSKI / EFE ?? El presidente polaco, Andrzej Duda, celebra su reelección en el pueblo de Odrzywol, en el centro-este de Polonia
LESZEK SZYMANSKI / EFE El presidente polaco, Andrzej Duda, celebra su reelección en el pueblo de Odrzywol, en el centro-este de Polonia
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