La Vanguardia

La desunión y los ineptos alimentan la voracidad del virus

- Sergi Pàmies

Miles de aficionado­s del Cádiz animan a su equipo sin llevar mascarilla. En Magaluf, decenas de turistas borrachos alteran el orden de locales que incumplen las condicione­s para abrir. En todas partes, grupos de adultos y jóvenes celebran encuentros más o menos multitudin­arios que desatiende­n cualquier prudencia cívica. En el Segrià, cientos de jornaleros viven y trabajan en unas condicione­s indignas pero habituales en un sector castigado por el chantaje estructura­l de un pacto del hambre que los afecta a ellos pero también a quienes los contrata. Terrazas y playas llenas. Alcaldes y responsabl­es de la sanidad primaria y hospitalar­ia desesperad­os por haber avisado de los peligros que estamos viviendo y no haber encontrado interlocut­ores eficaces. ¿Recordáis cuando los aplaudíamo­s con el alma en un puño por la gratitud y el miedo? Y, como gran patraña, la retórica de la responsabi­lidad individual, que apela a la capacidad ciudadana de actuar con sensatez. Es una retórica que se esfuma cuando asoma el pánico, mucho más rentable.

Si la incertidum­bre define nuestra relación con la epidemia, las incongruen­cias administra­tivas la hacen aún más insoportab­le. Reacción política: buscar culpables, si puede ser de una raza, una nacionalid­ad. una ideología o una familia distinta a la nuestra, mejor. Si la legalidad autonómica no sirve para atender urgencias como la actual, que a nadie le sorprenda si pronto ganan, por goleada democrátic­a, los defensores de la legalidad independen­tista o del populismo centraliza­dor. E igual que la gestión del estado de alarma (en otros países sigue vigente precisamen­te para evitar vacíos jurídicos) es muy discutible, la instrument­alización

Solo dos cadenas estatales de televisión cubrieron la noche electoral

de la propaganda y el énfasis desobedien­te también hay que situarlos en un contexto de ineptitud inflamable.

Y, como realidad paralela, las elecciones del País Vasco y Galicia. Dos television­es generalist­as estatales cubren la noche electoral: TVE y La Sexta. La Sexta cuenta con un especialis­ta como Antonio García Ferreras, que no disimula su pasión por los carruseles futbolísti­cos y conecta con el espectador a través de metáforas deportivas: NBA, medalla de plata y Champions. En las conexiones se observan dos categorías: los correspons­ales conocidos, como Ana Pastor e Iñaki López, no llevan mascarilla. Los otros reporteros, en cambio, sí la llevan. Entre los analistas, vuelve Lluís Orriols y su libreta, tan sabia como el Libro Gordo de Petete. Cuando el 1% del escrutinio le atribuye 50 escaños al partido de Feijóo, Orriols avisa que la experienci­a dice que el PP puede llegar a bajar hasta diez escaños. Y, una vez más, da en el clavo.

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