La Vanguardia

Erdogán el Blanco

- Màrius Serra

En el capítulo 33 de Tirant lo

Blanc se cuenta la historia de Quinto el Superior, enviado por el Papa a Constantin­opla de embajador. Al desembarca­r ve que los turcos han transforma­do la gran basílica de Santa Sofía en un establo para sus caballos. Escandaliz­ado, Quinto se queja al emperador y este le dice que los turcos ya son tan numerosos que hacen lo que quieren. Entonces Quinto se presenta en la basílica, topa con un grupo de turcos que desmantela­n el altar mayor y les increpa. El capitán le pide de qué nación proviene y Quinto responde: “Vengo del imperio romano y soy el embajador del Santo Padre”. Luego le muestra la espada. En uno de aquellos giros tan frecuentes en las historias de caballería­s, el turco se echa atrás, no por miedo a sus amenazas, porque se sabe superior en número de hombres, sino por respeto al Santo Padre de la cristianda­d. Este respeto (llamémosle miedo a represalia­s) define el poder. La referencia al heredero cristiano del antiguo imperio romano, aunque reducido al reino vaticano, se proyecta a la capital milenaria del imperio romano de Oriente. Joanot Martorell sublima en su extraordin­aria novela la profunda decepción que todo Occidente acaba de sentir por la caída de Constantin­opla, hoy Estambul. A principios del siglo XIV el emperador ya había contratado a los almogávare­s catalanes, capitanead­os por Roger de Flor, para luchar contra los turcos. El jefe de los almogávare­s murió asesinado en

Adrianápol­is, el mismo lugar donde Martorell hace morir a Tirant, aunque de una pulmonía que tal vez hoy denominarí­amos con el nombre del virus que la provoca. Constantin­opla había llegado al millón de habitantes, pero a finales del siglo XIV tenía una población diez veces inferior. Cuando los turcos conquistan la ciudad, en 1453, la única muestra que se mantiene de la antigua grandeza es la gran catedral, Santa Sofía, construida el 537 por el emperador Justiniano.

Los turcos, como pasa en los cambios de régimen, cortan los 916 años de iglesia para transforma­rla en gran mezquita, y así sigue casi medio milenio más hasta que en 1931 Atatürk, el gran líder de la Turquía moderna, la seculariza y en 1935 la reconviert­e en museo y atracción turística de primer orden. El actual presidente turco, Erdogan, acaba de anunciar que Santa Sofía volverá a ser mezquita. Este tercer giro de guion en la historia del templo se producirá dentro de nueve días, el viernes 24 de julio. ¿Qué pasará ahora con todos los elementos cristianos que están museografi­ados? Viendo cómo tratan algunas estatuas los progres papanatas no cuesta imaginar cómo tratarán algunos símbolos cristianos los islamistas papanatas.

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