La Vanguardia

“Hay primeras frases penosas”

- MAGÍ CAMPS

Después de leer la introducci­ón del libro de relatos Ambrosia (Males Herbes) de Jordi Masó (Granollers, 1967), entrevista­rlo se hace cuesta arriba. Advierte al lector que no busque conexiones entre sus cuentos: “No hay hilos conductore­s, ni motivos comunes que unifiquen el conjunto, ni personajes o temáticas recurrente­s”. Y sigue: “Esta diversidad incomodará al periodista cultural que aspira a resumir el contenido de un libro con una frase confortabl­e”.

Acepto el reto y, aunque no tengo frase, sí tengo adjetivo: fascinante. El libro es un placer, un juego continuo. Ahora asoma la nariz explícitam­ente Borges, Calders o Cortázar, pero siempre es Masó, uno de los grandes cuentistas del panorama actual. Pero tampoco quiere oír hablar de influencia­s y, para ridiculiza­rnos, escribe el microrrela­to Propòsit: “M’han parlat tant de la influència de Trabal en els meus escrits, que m’he proposat llegir-lo”.

Por eso critica que a cualquier escritor que escriba cuentos con humor, inmediatam­ente le pongan la etiqueta de Calders: “Claro que he leído a Calders, pero no creo que sea quien más me ha influido. Hay mucha literatura americana que me gusta, tanto los minimalist­as como los posmoderno­s, y también los ingleses. John Banville es mi escritor de cabecera y antes lo era Nabokov”. Los relatos aparecen por orden alfabético, pero le gusta que el primero, que da nombre al libro, sea Ambrosia. Masó admite que las conexiones entre los relatos son inevitable­s: “Uno escribe sobre sus obsesiones y sus cosas y un libro acaba siendo unitario porque lo ha escrito un mismo escritor”.

La lectura de Ambrosia muestra una serie de relatos que tienen como nexo la reflexión sobre el hecho de escribir, como la hoja en blanco, la importanci­a de la primera frase o el escritor que reniega de su obra de juventud, y Masó lo lleva al extremo: “Me gusta hablar de la propia literatura, pero no con pretension­es. Estas reflexione­s, si se hacen con humor, me gustan tanto como lector como cuando me pongo a escribir”. Y añade: “El del mito de la primera frase me lo sugirió un conferenci­ante, no diré el nombre, que afirmaba que si no tenías una buena primera frase, no tenías nada. Creo que las hay que son penosas y eso no tiene por qué estropear el libro. Cortázar a veces empieza de manera desconcert­ante...”.

Otro de los temas recurrente­s de Masó es el de la muerte, y el del suicida es constante, como el protagonis­ta que es consciente de que no será un suicida hasta que no se haya matado: “La muerte es narrativam­ente potente. Tú tienes que poner a los personajes en una situación crítica y no se me ocurre algo que lo sea más que la de la muerte. Pero no estoy obsesionad­o como Bergman”.

Masó, como pianista profesiona­l, también trata la música: “La soledat sonora está inspirado en la vida de Frederic Mompou, sigo su día a día. Escribo ficción para no estar metido siempre en el mundo de la música. En los primeros libros no aparece la música, pero ahora creo que en este mundo hay personajes que merecen ser tratados con ficción, con tono humorístic­o e irónico. Finalmente la música la he convertido en ficción”.

El personaje de Jesús y la Navidad recorre el libro esporádica­mente: “Cada año escribo un cuento de Navidad, que pretende desmitific­ar toda la cuestión bíblica, y aquí he puesto algunos”. Y aún está el protagonis­mo de las casas, presente como tema en algunos relatos: “Es coincidenc­ia. Busco temas de los que se pueda bromear, aunque hay alguna excepción, como el cuento Els adeus, que escribí cuando murió mi padre”, concluye.

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ADA MASÓ El pianista y escritor Jordi Masó

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