La Vanguardia

Los laboratori­os secretos de biotecnolo­gía se duplican en tres décadas

El número de laboratori­os de investigac­ión se duplica en tres décadas

- ALEXIS RODRÍGUEZ-RATA

En plena pandemia de la Covid-19 abundan las teorías de la conspiraci­ón. Entre ellas se señala, por ejemplo, al Centro Richard Lugar, cerca de Tiflis, la capital de Georgia, y a una veintena de instalacio­nes de investigac­ión biotecnoló­gica que EE.UU. ha abierto en colaboraci­ón con autoridade­s locales en el extranjero. Moscú y Pekín critican que dichos centros les rodean y serían parte de una red activa de laboratori­os secretos para una hipotética guerra biológica, también dicen que podrían estar en el origen del coronaviru­s.

De hecho, los centros de investigac­ión biotecnoló­gicos como el Lugar, por trabajar entre altas medidas de seguridad, nunca han dejado de estar rodeados de suspicacia entre los países. Todavía más hoy, que los programas oficiales sobre biosegurid­ad declarados a la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) han doblado su número desde los 13 de 1992 hasta los 29 del 2016, el último dato recogido. Más cuando, según señalan los últimos informes hechos públicos, los laboratori­os de máxima seguridad, de nivel 4, en realidad son muchos más de los que constan oficialmen­te. Un secretismo que “puede deberse a que sus investigac­iones violan normas nauso, o internacio­nales –por ejemplo, si desarrolla­n una nueva arma biológica–, a que se intenta por todos los medios evitar el espionaje científico e industrial, o uno y otro a la vez”, señala Rafael Calduch, catedrátic­o de Derecho Internacio­nal Público de la Universida­d Complutens­e.

“Durante la última década ha habido un aumento significat­ivo de los laboratori­os de alta contención a nivel mundial. Estos laboratori­os no son secretos y su objetivo es promover la salud pública, la agricultur­a, la defensa y la protección civil, pero gran parte del equipo, los materiales y el trabajo realizado en este tipo de laboratori­os es de doble lo que significa que, si la intención estaba allí, los laboratori­os y su investigac­ión podrían usarse para propósitos nefastos. Y esto es una verdadera preocupaci­ón”, explica por su parte Filippa Lentzos, profesora del King’s College de Londres y experta habitual en las visitas de control de este tipo de centros. De aquí, por tanto, la renovada polémica.

Ya durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial se fundaron algunos de los laboratori­os secretos que aún hoy siguen en pie. Han protagoniz­ado incluso películas. Pueden dividirse en tres ramas: la arcionales

SEGÚN UN INFORME

Se cree que hay más de 70 laboratori­os de máxima seguridad y no los 43 oficiales

PAÍSES SEÑALADOS

Las sospechas llegan a países de todos los continente­s por la ayuda exterior

mamentísti­ca, la tecnológic­a -ya de la mano del mundo digital- y la biotecnoló­gica. Lo que ahora cambia es el número de unos y de otros, con claro auge de los biotech ya antes de la epidemia del coronaviru­s.

Entre los centros militares que operan bajo estas medidas siguen en activo, por sólo citar los más relevantes y conocidos (se da por hecho que hay más, pero no reconocido­s), clásicos como el de Los Álamos, en EE.UU., el mismo que desde 1943 desarrolló las armas nucleares; o el de Porton Down, en el Reino Unido, que investigó y desarrolló, desde 1916 y hasta eliminar el programa en los años 50, distintas armas químicas. Y a estos, replicados país a país dentro de sus políticas de defensa, se unen también relevantes empresas privadas.

Algunas de ellas son viejas conocidas, como la Lockheed Martin Skunk Works en California, especializ­ada en el desarrollo de aeronaves y tecnología­s avanzadas de combate; otras nuevas, como Google X, la sección del gigante de internet que, semisecret­a y bajo la supervisió­n directa del cofundador de la compañía Sergey Brin, ha fabricado las Google Glass o el Google Car e incluso una colaboraci­ón tecnológic­a con las fuerzas armadas estadounid­enses que ha generado polémica interna entre sus empleados. Amazon, con su Lab126, o Microsoft, por ejemplo, tampoco se quedan atrás. Y también por eso, “porque las grandes corporacio­nes transnacio­nales y los países donde tienen su sede matriz son dos caras de la misma moneda, compiten y colaboran entre sí porque son interdepen­dientes”, según repite Calduch, por ejemplo el boicot a la red 5G made in China de Huawei en varios países occidental­es.

Pero si hay unos laboratori­os que crecen, y mucho, son los biotecnoló­gicos. En especial los del nivel 4, los que trabajan con mayor confidenci­alidad y desarrolla­n su actividad rodeados de medidas extremas de seguridad, precisamen­te por los peligrosos agentes patógenos que investigan. Entre ellos está el de

Wuhan, en el epicentro de la última pandemia global de la Covid-19, como no deja de recordar día tras día Donald Trump. Pero hay muchos más. Oficialmen­te 18 países los tienen, aunque se sospecha sobre su desarrollo actual o previsto en muchos más, el doble.

Según la OMS, con datos de 2018, estos laboratori­os de nivel 4 serían 43 en total, muchos de ellos destinados a la investigac­ión animal, otros humana, y la mayoría ubicados en EE.UU. Muy diferente es el recuento que hace Alexandra Peters, investigad­ora del Hospital Universita­rio de Ginebra, que incluye los centros pasados y presentes, así como los sospechoso­s de existir pero no admitidos y sus supuestas actividade­s. Es el caso de los que se ubican en Israel, Rusia o Corea del Norte y un largo etcétera. La investigad­ora eleva este número a más de 70, ubicados en todos los continente­s del globo, gran parte de ellos con fines no declarados pero que se teme estén destinados a actividade­s de tipo ofensivo.

Sus consecuenc­ias se debaten hoy por las dudas sobre el origen de la Covid-19. Hace unos años también por el caso Skripal, el envenenami­ento de un exespía ruso en el Reino Unido con el agente nervioso Novichok. A estos le siguen toda una lista que dibuja un mapa en el que los laboratori­os secretos biotecnoló­gicos aparecen como la

FILIPPA LENTZOS

“Gran parte de los laboratori­os son de doble uso y podrían tener fines nefastos”

EL DATO OFICIAL

Los programas de biodefensa que se admiten han pasado de 13 en 1992 a 29

nueva y creciente carrera entre las potencias en los años veinte del siglo XXI. Porque si algunos de estos ya fueron polémicos en el pasado –el de Fort Detrick, en Maryland, EE.UU., en los años 80 por ser el hipotético punto de origen del sida según la versión teorizada desde la Unión Soviética; o este y Porton Down por los estudios sobre el ébola en los años setenta–, los mismos y otros, muchos desconocid­os, vuelven a serlo hoy. Tanto como para que agencias como el Darpa, de EE.UU., que estuvo en el origen de internet, ubique en una misma isla remota de Nueva York, Plum Island, tanto los experiment­os contra los ciberataqu­es como los de enfermedad­es infecciosa­s.

 ??  ??
 ?? HECTOR RETAMAL / AFP ?? Imagen del Instituto de Virología de Wuhan, de nivel 4
HECTOR RETAMAL / AFP Imagen del Instituto de Virología de Wuhan, de nivel 4

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain