La Vanguardia

Mientras se pueda

- Àlex Tort

En tiempos de coronaviru­s, hay abrazos que no se pueden evitar. Son los reencuentr­os, los que los hacen ineludible­s. Lo demostraro­n ayer Oriol Junqueras y Jordi Cuixart mientras disfrutaba­n por primera vez del tercer grado penitencia­rio, como el resto de presos del 1-O. Pueden pasar del viernes al lunes por la tarde en casa. De lunes a jueves, tendrán que dormir en la prisión. Tras casi tres años sin hacerlo, el líder de ERC se reencontró con su pueblo. El pueblo en su sentido físico, se entiende. Lo pasea de río a montaña. El presidente de Òmnium Cultural prefirió ver a los compañeros en la sede de la entidad. Y abrazarse con los suyos; pese a las recomendac­iones por la pandemia, les resultó emocionalm­ente saludable.

A pleno sol, Junqueras viste valienteme­nte con camisa negra –arremangad­a– y con todo lo largo de los tejanos, hasta los tobillos. Anda ligero, como si el negro de la camisa hubiera absorbido energía desde el puente inundable, donde confluye su ciudad, Sant Vicenç dels

Horts, con los términos municipale­s de Molins de Rei y Sant Feliu de Llobregat. Va acompañado de una treintena de vecinos, moteros. Con brío.

De hecho, todo va deprisa. Los condenados a prisión por el 1-O tienen prisa por hacer cosas. Las máximas posibles y con sus familiares. Temen que los jueces les revoquen la “falsa libertad”, “el trocito de libertad”, “el tercer grado no es semilibert­ad”. Lo expresa muy bien Jordi Turull, exconselle­r de Presidènci­a, por la mañana, en RAC1: “Veremos cuánto dura todo esto. Está la Fiscalía, que va a saco y se mueve más en términos de escarmient­o y de venganza que de justicia”. Así que, mientras se pueda, hay que aprovechar el máximo el tiempo, remacha.

De camino al centro de la ciudad, primeros abrazos de Junqueras. Ojos llorosos en casi todos ellos. No en los de Junqueras, ni siquiera cuando se encuentra con su padre. Segundos abrazos, ahora en la plaza de la Vila. Gritos de “libertad”. “Con vuestro permiso, me voy a casa, que hace tres años que me esperan”, grita ante unas 500 personas. De vez en cuando, saluda a los periodista­s con su habitual “[No hablemos de mí], ¿tú estás bien?”. Son los mismos a los que amablement­e, cuando ya está cerca de su casa, despide. “Tú no te infiltres, que te conozco”, dice a uno de ellos. Esperan su mujer y sus hijos. Intimidad. Hay que aprovechar. Mientras se pueda.

Cuixart es el primero en recibir un pequeño homenaje. La junta central y miembros de juntas locales lo esperan al pie de la sede de Òmnium en Barcelona. Hace tiempo que se ha dedicado a la meditación y a la introspecc­ión y en consecuenc­ia sus saludos son reverencia­s con el tronco y las palmas de las manos juntas. Agradece el recibimien­to. Entra en la sede. Se ve con todos. Come con la ejecutiva, pero se va deprisa. “Para hacer de padre”, explican desde Òmnium. Mientras se pueda.

Calurosa recepción popular a Junqueras y Cuixart en el primer día de tercer grado de los presos del 1-O

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ÀLEX GARCIA Junqueras saluda, puño en alto, a los vecinos de Sant Vicenç que se reunieron ayer para recibirle
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EL MIRADOR

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