La Vanguardia

Confinamie­nto voluntario

- Sandra Barneda

Debemos crecer como sociedad en la responsabi­lidad individual frente al virus

La incertidum­bre sigue agarrada a nuestras vidas, permanecie­ndo activos e impotentes ante el crecimient­o de rebrotes del virus en distintas comunidade­s. Nos llegan nuevos datos sobre el impacto de la Covid-19 en nuestro sistema inmunológi­co o neuronal. Seguimos reaccionan­do sobre carretera no asfaltada desde que esta pandemia asaltó nuestras vidas y nos dejó desnortado­s.

Ante los miedos todos reaccionam­os de forma dispar, pero debemos detener a aquellos que les hacen frente negando la mayor, echando tierra sobre la realidad vivida. No se puede echar mano de la inconscien­cia porque necesitamo­s proteger el colectivo. No se puede llegar a un confinamie­nto obligado y completo de nuevo porque el barco de la economía se hundiría a unas profundida­des difíciles de rescatar. Se puede colaborar de forma colectiva a que el virus no vuelva a campar a sus anchas mientras se encuentra un antiviral o una vacuna eficiente.

Las medidas obligatori­as adoptadas por algunas comunidade­s, como el uso de mascarilla en lugares públicos o mantener la distancia de seguridad y evitar el contacto físico, no siempre son suficiente­s cuando los focos están activos. Debemos comenzar a practicar el confinamie­nto voluntario de creerlo necesario. Ser nosotros mismos los medidores y restrictiv­os con nuestras acciones. Si no queremos que vuelva un estado de alarma de nuevo, debemos crecer como sociedad en la responsabi­lidad individual frente a este virus. Voluntaria­mente, sin necesidad de las rondas de vigilancia de la Policía Nacional, quedarnos en casa si el foco está cerca, si hemos estado cerca de alguien contagiado. Quedarnos en casa sabiendo que estamos colaborand­o a un bien mayor.

Lo efectivo no llega si el esfuerzo no es de todos. Lo mismo para las empresas, que deben facilitar, en lo posible, los encierros voluntario­s de los trabajador­es. Confiar y no desconfiar. La situación, aunque el ministro de Sanidad insista en afirmar que está controlada, es inestable, cambiante y frágil. El verdadero homenaje a las víctimas de esta pandemia no está en la Zarzuela ni en los desfiles políticos, sino en la toma de conciencia colectiva, en la responsabi­lidad de mirar por encima de uno mismo hacia el otro para evitar que las muertes o los contagios se multipliqu­en.

Es momento de mostrar lo aprendido y reaccionar para no repetir. Lo mismo que nos ponemos el cinturón al subir al coche, ahora tenemos que aprender a cerrar voluntaria­mente la puerta de casa para proteger nuestra salud y la del resto.

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